Los ciudadanos solemos encontrarnos frente a una paradoja, que resulta ser inherente a todos los intentos de ejecución de obras, anheladas siempre para apalancar el desarrollo con la esperanza de mejorar la calidad de vida.
Suele suceder, casi siempre, que inmediatamente sucede la noticia de una inversión en una obra esperada, rápidamente comienzan a surgir las decepciones derivadas de un mal diseño de la obra, de una indebida adjudicación del contrato y de una manipulación fraudulenta de la ejecución de los recursos, casi siempre con un final frustrante desembocado en que la plata no alcanzó o que la obra quedó mal hecha.
Aquí es en donde aparecen las licitaciones de uno, adjudicaciones a dedo, las urgencias manifiestas inventadas y el consabido fraccionamiento de contratos en donde todo lleva a tipificar el panorama anteriormente descrito que no es más que la aberración insaciable.
Esto nos lleva a pensar en que hay que diseñar con urgencia dos acciones absolutamente necesarias: Un estatuto de contratación que cierre el paso a tantas trampas, y el aseguramiento de la presencia ciudadana en todos los esquemas de contratación, no solo para la definición de los proyectos, sino para ejercer la vigilancia en todos los procesos de contratación y ejecución. Y a todo ello, un aparato judicial eficiente, que en el corto tiempo esté en capacidad de identificar a los corruptos y colocarlos con todo el peso de la ley.
El pan nuestro de cada día es el abuso de funcionarios de todos los niveles que llegan a la administración pública con el ánimo de enriquecerse rápidamente, aprovechando al máximo el cuarto de hora de la contratación, para después dejar a los ciudadanos sumidos en la más absoluta frustración, ante la impotencia para poder hacer algo para evitar la catástrofe.
Esta es la razón por la cual el ciudadano no se siente a gusto pagando los impuestos a que está obligado, en medio de un sacrificio que cada vez se hace más doloroso.
La corrupción es el principal problema social que tiene Colombia y requerimos que ahora que queden energías, después del conflicto, vengan las herramientas certeras para acabar con este terrible mal que nos carcome acelerada y despiadadamente.
Apostilla: Agradezco inmensamente todas las manifestaciones recibidas con motivo de mi reciente elección como presidente de la Academia Colombiana de Historia.
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