Lo que están anunciando el Gobierno y las Farc, que son la misma cosa, es la entrada triunfal de 5.000 bandidos a las Zonas de Tolerancia. Ya verán ustedes que no llega ese número, pero vamos a creer que sí, en gracia de la discusión, como decían los escolásticos.
De modo que el balance es fácil. Cinco mil delincuentes terroristas han puesto de rodillas a cuarenta y nueve millones de colombianos, que cuentan para su defensa con una Fuerza Militar de trescientos mil combatientes, de tierra mar y aire, más una Policía de casi ciento cincuenta mil. En términos de armas, cinco mil sin marina ni aviación han derrotado cuatrocientos cincuenta mil que lo han tenido todo, incluyendo el concurso, entrenamiento y medios del más poderoso ejército del mundo, el de los Estados Unidos. Algo parecido no se vio nunca.
Los que llegan traen armas, que no sabemos cuáles son, ni cuántas. Tal vez una escopeta vieja y una pistola oxidada por cabeza, mientras guardan su moderno arsenal en buenos escondites, o en las manos de sus nuevos o viejos compinches. Ya veremos.
Las condiciones de concentración son envidiables. Custodiados por civiles enviados por la ONU, todos mamertos y amigos suyos, la pasarán bomba, como dicen en España. Porque tendrán alojamiento a todo dar, carreteras en perfecto estado, todos los servicios públicos gratuitos, como valen la pena, sala de conferencias, biblioteca, guardería, campos de fútbol, televisiones a color, internet de alta velocidad, puesto de salud, ambulancia en la puerta, cuota inicial de dos millones de pesos, 90% del salario mínimo mensual para whisky o ginebra y ocho millones al final, cuando se vayan, para un proyecto productivo. Y con todo eso, no consiguen más de cinco mil.
Se trata de gente muy especial. Porque sus zonas están separadas de todo, incluyendo los campos de coca. Pero al mismo tiempo andarán por los campos de coca convenciendo a los campesinos para que la cambien por yuca y plátano. ¿No es sensacional?
Ese desmirriado ejército, lo llamamos así por extrema generosidad, es el que manda en Colombia. Tienen ya en sus manos el poder legislativo, como que no habrá proyecto de ley ni decreto con esa fuerza que conozca el Congreso sin conocimiento y aprobación de la Comisión de Seguimiento, que ellos dominan, con el voto emocionante de Chile, Noruega, la Cuba de Raúl y la Venezuela de Maduro, para casos improbables de empate.
Ya se aprueba la justicia para su venganza, especialmente contra nuestros hombres de armas, que no se han podido dar cuenta de lo que les va a pasar. Ajustadas las cuentas con los militares, estos jueces tan imparciales la emprenderán contra el presidente Uribe y contra cualquiera que supongan su enemigo. Con el alias de paramilitares, todos van para presidio.
Poder ejecutivo no hay en Colombia, pero según el Acuerdo las Farc serán dueñas del presupuesto, las inversiones, la propiedad privada, es decir, de todo. No es exageración aquello de que los cinco mil ya son los amos de Colombia.
A quien le cuenten esta historia, se burlará del que la relata. Porque es absolutamente grotesca e inverosímil. Pero lo malo es que es cierta. Claro que solo podía hacerla posible un traidor en grande escala. Pues para eso estaba Santos y para eso sus enviados a La Habana, y para eso sus congresistas llenos de mermelada y los medios de comunicación, no todos, por fortuna, que se vendieron por diez centavos. O por otras treinta monedas.
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