Fernando-Alonso Ramírez


Cuántas penélopes siguen allí, impávidas, viendo pasar el mundo mientras esperan a su amado. La diferencia con la esposa de Odiseo, es que mientras esta trama un ardid para lograr que su marido regrese a ella, las demás no tienen esa certeza, solo esperanza, ilusiones, fantasías. No pueden desbaratar su costura cada noche porque se perderían pronto.
Emilia espera el regreso de su esposo que desapareció como miles más por la fuerza de la bota militar en la Argentina de los años 70. Y lo encuentra o cree encontrarlo, y este sí es el mismo, no como en la Penélope de Serrat. Aquí sí es el que ella espera, y al contrario, es ella la que envejeció, la que no es la misma, la que se desgastó buscando por el mundo a su esposo desaparecido en plena luna de miel, en una zona desértica de Tucumán.
Es una historia de la espera, pero también del desvarío, de cómo el tiempo y el espacio son relativos y esto lo aprovecha Tomás Eloy Martínez, para darnos cuenta de una novela entre la realidad y la enajenación. ¿De quién? De quien usted escoja.
Hay interesantes referentes a novelas anteriores como esa bella El cantor de tango o a La novela de Perón, también algo de El vuelo de la Reina, que sigue siendo para mí la mejor. Con esta sobre todo por los hilos que puede manejar el periodismo abyecto, al servicio del poder, con ese Goebbels gaucho.
También tiene mucho de intimidad. Nos relata, al menos el personaje que narra, cómo padeció el cáncer, y cómo se fue apagando.
Los cantos de Dante en el purgatorio dan pie a cada capítulo y nos sumergen en esa dimensión en la que vagan por el mundo, así estén en un mismo sitio, quienes se consumen esperando que vuelvan sus desaparecidos, tal como ocurrió en la dictadura argentina, tal como sigue ocurriendo en esta guerra colombiana, en donde la desaparición sigue sin ser vista como el drama humanitario que es.
Martínez acude a la filosofía para anular el tiempo, también el espacio, y narra de aquí para allá, y describe cómo los personajes se pierden en mapas, en espejos y se encuentran o se arriesgan a desaparecer, ya sin miedo, por su propia elección, cuando no hay un tercero que les arranque el derecho a construir su propia historia.
Se confiesa: "quería saber qué vida habría sido la no vida de un escritor al que le está vedado escribir". No lo dice él, lo dice el narrador, pero a esas alturas ya no sabes quién es quién, porque ese es el juego literario ser parte del personaje y desconfiar de quienes hablan, en cualquier momento pueden desaparecer.
Me debía esta lectura, de un autor al que le aprendí tanto en el periodismo y que supo separa muy bien sus novelas de su obra periodística. Su muerte en el 2010 interrumpió para quienes disfrutamos su obra la posibilidad de leerlo, por eso, ahora no me queda sino releerlo y esta es una buena novela para hacerlo. Siempre es emocionante volver a los grandes.
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