Fraile


Con el paso de los años he visto como lo que coloquialmente llamamos política en Colombia se ha ido metiendo en todos los rincones de nuestra cotidianidad, al punto que para realizar un acto dentro de cualquiera de las esferas que mantienen activa nuestra sociedad se debe tener en cuenta, e infortunadamente las más de las veces, acudir al político que “maneja” la entidad, oficina o institución ante la cual se deba realizar la gestión.
Siendo la definición de política la universalmente aceptada de que es una rama de la moral que se ocupa de la deontología social, en virtud de la cual una colectividad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia común, esa definición no es la aplicable en nuestro medio. Y no lo es porque, por un lado, el asunto de las libertades nunca ha estado muy claro dentro de la realidad nacional y por el otro, la verdad es que la mayoría de quienes ejercen la actividad poco les preocupan los problemas que presenta la convivencia colectiva. De hecho a diario tenemos ejemplos palpables de cómo nuestros “zoon polititikón” aparecen casados con proyectos, realizaciones, propósitos y planes que tienden más a favorecer a sus “cónyuges de ocasión” que al conglomerado social, en beneficio del cual dicen actuar.
Se considera que los inicios de la política se remontan al neolítico, cuando la sociedad comienza a organizarse en un sistema jerárquico y ciertos individuos adquieren poder sobre el resto. Antes, el poder residía en aquel que demostrase una mayor fortaleza física que le permitiese destacarse por sobre un grupo. A partir de la Revolución Francesa el esquema político experimenta un cambio radical con la aparición y aplicación de una ley superior, fundamental y general llamada Constitución. A partir de ese momento se instauran regímenes con características democráticas.
A mi modo de ver, en esta nuestra moderna Patria Boba, la política difiere bastante de los ideales de la misma como tal y más bien se ocupa de favorecer a aquellos que realmente no lo necesitan; y al poder, en un alto porcentaje, solo acceden quienes ya por atavismo o por ser unos magos reposteros, vale decir maestros dosificadores de “mermeladas”, o avezados oferentes de puestos, concesiones, contratos y demás yerbas, logran convencer a los necesitados para que los entronicen a través de “votos de conveniencia”, ¡que no de conciencia!
Pero como dice el dicho “eso es lo que da la tierra” y para sobreaguar debemos adaptarnos a las realidades, pero eso sí, fijando distancias con el establecimiento y con sus actores y tratando siempre de ser la selecta minoría que pretende y busca cambios en nuestras costumbres políticas, en el manejo de la cosa pública y en todo lo que tenga que ver con la intromisión de los “profesionales de la política” en todos los ámbitos de la vida colombiana. ¡Qué horror esa realidad de “profesionales de la política”! ¡Vivir y lucrarse de ella!; cuando la política debería ser una actividad altruista y de servicio a la comunidad.
Pero volviendo a lo nuestro, los taurinos manizaleños, teniendo a fuerza que adaptarse a la realidad nacional, están proponiendo un candidato para el Concejo Municipal. No es otro su propósito que el de, buscando devolverle la honorabilidad a la actividad política, ir a la caza de amparo, protección y defensa de sus intereses. Aún cuando la tauromaquia está avalada por la costumbre, por la ley y por varias sentencias de las altas Cortes, van a tener que “jalarle a la política” para hacer valer sus derechos.
Añadido: Francisco Gómez Toro se llama el candidato. Se trata de un novel torero a su vez licenciado en filosofía y letras de la Universidad de Caldas. Su grupo de asesores está compuesto por profesionales jóvenes: un sociólogo, otro filósofo como él, un abogado, un pichón de administrador de empresas y una fotógrafa de carrera. Un menú poco común dentro de este tipo de cuerpos colegiados en la ciudad. Es importante que se sepa que, además del asunto taurino, pretenden incursionar en temas de orden cultural, educativo y de empleo.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
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