Fraile


Convulsionado se encuentra el cotarro nacional con el asunto de cuánto crecerá la economía en este bisiesto, de si hay o no una desaceleración económica, si estamos o no en recesión y haciéndose un sartal de preguntas insolubles, pues ¡la economía es una materia tan inexacta como lo es la adivinación!
Pero muy a pesar de lo anterior, y como ha sido costumbre de casi todos nuestros gobiernos, excepción hecha del de Carlos Lleras Restrepo del cual, por efectos del tiempo ya pocos recuerdan, el actual ha puesto en primera plana a sus más destacadas figuras para que traten de tapar el sol con las manos buscando un camino para convencer a la ciudadanía que el manejo económico que le vienen dando al país es de tal perfección que la tasa de crecimiento va "que chuta", que la conducción de la hacienda pública es ejemplar y que todo está bajo control.
Si creer es la disposición a aceptar uno o diversos hechos como verdaderos basándonos en buenas y válidas razones, la respuesta acerca de lo que pensamos de los pronósticos oficiales salta a la vista.
Mejor entonces vamos a lo nuestro; veamos cómo ha funcionado la economía de la Fiesta. En sus albores esta era una actividad lúdica, practicada primero por los árabes invasores de la península Ibérica y luego por los nobles españoles, en la cual el dinero no jugaba ningún papel; no había construcciones especiales para ejecutar los empeños dado que estas gestas se hacían a campo abierto, los toros eran salvajes, vale decir no tenían dueño conocido, luego no costaban y para los "señoritos" era una distracción.
Cuando la Fiesta se traslada a las plazas, zócalos o "espacios de respeto" de los pueblos y posteriormente a escenarios construidos especialmente para esos efectos, son las autoridades políticas quienes organizan los eventos y ya el espacio físico tiene un costo, que ellos asumen, así como el valor de los toros, que también lo tienen dado que pertenecían en su mayoría a comunidades religiosas y ellos de siempre han sabido que es mejor recibir la caridad que hacerla. Los "toreadores" eran remunerados en especie y su pago era proporcional a la calidad de la faena y al éxito que obtuviesen. Esta retribución se hacía durante la vuelta al ruedo del triunfador o al final del festejo e iba desde hogazas de pan, piezas de la res toreada y muerta hasta, en ocasiones de faenas memorables, la totalidad de los despojos mortales del bovino.
Por allá a finales del mil ochocientos el picador se constituye en personaje central del espectáculo y es este caballero el que recibe los mayores honorarios por actuar. Los torerillos algún que otro real y los ganaderos empiezan a valorar de mejor manera a sus productos. Coincidiendo con la "Declaración de los Derechos del Hombre" dada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa se empieza a valorar más al ser humano y por ende a tasar de mejor manera tanto la labor del matador como la de los subalternos y se establece un pago de honorarios, en metálico, para ellos.
Posteriormente aparece la figura del empresario y la Fiesta se torna una actividad económica y comercial en la cual se buscan ingresos por diversas vías para con esos recaudos pagar a los figurantes del espectáculo; se establecen una especie de "tarifas" para cada uno de los actores y así llegamos a la fiesta moderna.
Hoy bien recuerdo que la norma era que una corrida de seis toros "De Cartel" costaba el diez por ciento del aforo de la plaza donde se debería lidiar y la figura cobraba del orden del cuatro por ciento de ese mismo aforo. Pues qué gran paradoja; hoy la tortilla se ha volteado totalmente y es el torero, además extranjero, el que cobra una cifra parecida al porcentaje que históricamente le había correspondido al ganadero nacional mientras que a este le han rebajado sus emolumentos al, más o menos, tres por ciento del aforo del coso de turno. El matador ha mantenido su sueldo indexado mientras que el ganadero recibe menos metálico y además le ha tocado asumir el costo de la desvalorización del dinero. ¿No te parece, mi querido Juan José una gran injusticia que sean los ganaderos locales los que estén subvencionado el espectáculo taurino de modo que las figuras extranjeras puedan seguir, no solo colonizándonos sino enriqueciéndose? Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: Hace muchos años que en Colombia ya no se hace política; se hace politiquería.
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