Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
El partido lo ganó Nacional, lo perdió Torrente. El campeón hizo valer la calidad de su nómina y su poder de resolución en el ataque. Los goles lo explicaron todo.
En el apartado táctico, Reinaldo Rueda, con mayores recursos, aprovechó un desliz inexplicable por el atrevimiento del entrenador argentino que regaló su zona de marca, abrió espacios y le dio vía libre al abultado resultado. Se hizo el harakiri, que equivale a clavarse una daga en el pecho, mientras Nacional se divertía en un banquete.
Arrancó, el campeón, con dudas, las que disipó rápido al entender que su dominio se establece con el control del balón y la rapidez con perfecta ejecución de movimientos de sus protagonistas, lo que dejó en evidencia las debilidades defensivas del Once Caldas, especialmente en los laterales.
El Once no ahorró energías, tuvo empeño y garra, e inició, desde el ingreso de Daniel Hernández que reaparecía, una sucesión de toques buscando sociedades con Pato Pérez, pero no hubo claridad en la conclusión de las jugadas. El árbitro, sin entrar en justificaciones, también influyó en el trámite, al pasar por alto una mano de Álex Mejía, en el área de Nacional, que atentó contra los intereses blancos, cuando el partido aún tenía un marcador estrecho.
El punto de quiebre llegó cuando las alternativas eran cambiantes y el juego ganaba en intensidad y emoción. A Torrente se le ocurrió menospreciar los valores técnicos de Nacional, relevó a Lucena, incorporó a Alessandrini, retrasó a Palomino a la defensa, para acabar el filtro del medio campo, donde Nacional jugó a sus anchas.
El argentino, minutos después de ingresar, desperdició una opción mano a mano con el portero, por carencia de recursos. Fue menos ofensivo que una monja. El visitante, con velocidad incontrolada de sus aleros y llegadas libres por el callejón central, de Alejandro Guerra, hizo la pizarra irremontable. Con sus goles, el venezolano, disputó a Ibarguen la distinción como el jugador del partido.
Al final las diferencias fueron evidentes, especialmente en materia de individualidades, aspecto en el que Nacional es poderoso.
Ante estadio lleno, inevitable el desasosiego del público por el resultado. Sin embargo, algunas sensaciones buenas quedaron del encuentro. Fue un revés, mas no un paso atrás. Los chicos convocados, intimidados por el contrincante, tienen condiciones para reiniciar el recorrido. Falta mucho camino por cubrir y experiencias para aprender, incluido el entrenador que no tuvo una buena noche.
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