En Los Buddenbrooks, la novela de Thomas Mann, hay sentencias que parecen paisas y se transmiten de los padres a los hijos. "Reza, trabaja y ahorra" es una de ellas. Otra dice: "Hijo mío: atiende con ánimo tus negocios durante el día, pero emprende solamente aquellos que no te priven del sueño durante la noche".
Precisamente en Los Buddenbrooks está la figura de un padre creado por la literatura que más impacta al escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal. Le parece un hombre de carácter: "Sostuvo la familia, el escudo y el negocio".
Eso, en cuanto a las letras ajenas, en las propias, no vacila en mencionar a León María Lozano, el Cóndor, protagonista de Cóndores no entierran todos los días, quien por sus hijas se muere.
Para celebrar el Día del Padre, volvemos la vista hacia los de la literatura y nos damos cuenta de que en esta, como en la vida, los hay grandes, pequeños, gordos, flacos, artistas, cantantes, obreros, gandules, intelectuales, negociantes... Y a veces no los hay.
Ramón Illán Bacca, el autor de La mujer barbuda -novela en la que el padre está muerto-, dice que lejos de aventurar una afirmación categórica, porque él es un lector, voraz sí, pero sin método y desordenado, cree que en la literatura latinoamericana no aparecen figuras de padre tan fuertes como las que uno fácilmente recuerda en la europea o en la norteamericana.
Comenta algunos padres que habitan en las novelas de Gabriel García Márquez. José Arcadio Buendía, por ejemplo, patriarca, soñador, fundador de Macondo... Y por supuesto, le halla importancia a esa dimensión de padre, pero lo percibe mejor dibujado en esas otras, las de creador de un nuevo mundo y la de soñador.
No olvidemos a quien Juan Rulfo, porque ese padre que inventó, Pedro Páramo, estaba muerto, sí, pero es de todos modos el personaje principal de ese libro. Por buscarlo llegaron hasta Comala varios hijos. Y en la trama, hay idas y venidas en el tiempo, que es una sustancia sin medida para contar cómo era el poco querido Pedro.
Con este ejercicio que plantea el narrador samario, pensamos en el papá de Bárbara Caballero, la protagonista de La Marquesa de Yolombó, la novela histórica de Tomás Carrasquilla: don Pedro Caballero. En plena Colonia y siendo de origen noble, aceptó que su hija trabajara en una mina y se hiciera amiga de los trabajadores. Ella lo convenció de todo eso con “sus berrinches”, como cuenta el autor de Santo Domingo, pero de todos modos es destacable.
Letras de Europa
Entre las figuras europeas, pocas son las personas que no piensan en el papá de Franz Kafka, Hermann, al que este tenía miedo, según la Carta al padre, en la que lo acusa de lo malo que le sucede en la vida, y el señor Samsa, el padre de Gregorio, en La metamorfosis.
“El hijo aborrece al padre. Muestra a veces un miedo reverencial por él. Se pregunta uno, ¿cómo puede un hijo tratar de esa manera al papá en una carta? E igual diríamos de Gregorio hacia el Señor Samsa”, comenta el periodista Juan José García Posada.
En esta obra, en la que Gregorio amanece un día convertido en insecto, tal vez una cucaracha, lo que inquieta es la reacción de su padre. El progenitor, quien contrajo una deuda con el patrón del hijo, obliga a este a trabajar para saldarla. Además lo odia desde que tiene tal aspecto, mientras la mamá le guarda lástima.
Para Juan José, uno de los padres hechos de palabras que más lo han impresionado en su vida de lector es la del señor Alvear, en la novela Los cipreses creen en Dios, del escritor español José María Gironella. Esta novela cuenta la historia de la familia Alvear, durante la Guerra Civil española.
Como en otras guerras y otros conflictos internos, incluso el colombiano, dentro de la misma familia hubo dos bandos, pero “Matías Alvear, el padre, es equilibrado, ponderado, sapiente, capaz de brindar el consejo oportuno, prudente ante la división de la familia”, comenta García Posada, “es un padre como debe ser”.
En Los misterios de París, esa figura es metafórica y también directa. Metafórica, porque Rodolfo, el protagonista, un duque llegado de Alemania, es quien va por los bajos mundos de la Ciudad Luz, por los parajes menos iluminados y más sórdidos, con cara de nada para no despertar sospechas de su identidad, siendo protector de los desvalidos.
Directa, porque este hombre fue padre de una niña a quien separaron de su lado siendo muy pequeña y que, en el tiempo de la novela, él creía muerta. Parece ser que ella es Flor de María, la Cantaora, a quien él ayuda y salva de la desgracia, sin sospechar que era su padre. Sue, el escritor del folletín, no revela este detalle de manera explícita.
Letras de Norteamérica
Entre los del país del Norte, mencionemos ese padre autoritario y sobreprotector que pinta William Faulkner en el relato Una rosa para Emily, incluido en el libro de cuentos Estos trece.
El señor Grierson está muerto. Hace tiempos falleció ahorcado en su casa y, sin embargo, sigue tan presente como pocos de quienes respiran y andan en el mundo de afuera de los libros.
“La imagen del padre más poderosa que existe en la literatura es la del personaje de La carretera, la novela de Cormac McCarthy”. Esta aseveración categórica es del politólogo Jorge Giraldo Ramírez. Se refiere a la obra ganadora del Premio Pulitzer de 2007 en la categoría ficción.
Un padre y un hijo -los nombres no se mencionan en la novela, ni la edad del niño, y del padre solo dice que es un hombre mayor- avanzan solos por parajes solitarios, destruidos en un cataclismo que no se especifica y que aniquiló en gran proporción a la humanidad. No son los únicos humanos, pero evitan encontrarse con los demás, porque sospechan que los otros practican canivalismo para sobrevivir.
Poco o nada se sabe de esos seres. Del padre ignoramos qué hacía antes de la destrucción. Sabemos su presente, en el que el autor lo muestra amoroso con el hijo, preocupado por tenerlo a salvo. “-Tengo miedo, papá. -Lo sé”.
En fin, como el camino de lecturas que seguimos todos son diferentes, muchos conocen padres que otros no. Y como el camino de la formación y la sensibilidad también es diferente, a unos les impactan unas figuras paternas que para otros puede resultar desdibujadas y corrientes.
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