B. Eugenia Giraldo
LA PATRIA | VILLAMARÍA
En una empinada loma del barrio Popular de Villamaría vive Sandra Vanessa Verano, es graduada en mecánica dental, pero no ha podido trabajar desde que se graduó a finales del año pasado.
Para llegar a su casa hay que ascender por un camino, que en invierno debe parecer jabón mojado. Desde este lugar sale a cumplir con sus citas, no de trabajo ni de estudio, sino para detener un cáncer que la aqueja desde marzo de este año. Como no tiene trabajo, y su pareja tampoco, también debe salir para vender unas boletas o la bisutería que hace y así solventar los gastos de transporte, no solo a Manizales sino a Bogotá.
Sandra, de 26 años, cuenta que su vida cambió en diciembre pasado. Una vida crecía en su vientre, estaba embarazada pero el 7 de marzo un sangrado intenso le hizo pensar a los médicos que había sufrido un aborto.
Sin embargo, luego de un examen minucioso encontraron que el bebé estaba allí y que ella tenía un útero bicorne (en vez de tener forma de pera tiene forma de corazón). Una entre mil mujeres tiene esta característica.
Una semana después Sandra descubrió que tenía una masa en la vagina. El embarazo continuaba y un día de abril esa masa creció fuera de la vagina 30 centímetros, el sangrado era abundante. De urgencias llegó al Hospital de Caldas donde los médicos sorprendidos le propusieron una cirugía, que sería de alto riesgo, no solo para ella sino para el bebé.
“Después de esta primera operación quedé muy bien, solo me preocupaba el resultado de patología: era un tumor maligno”, dice Sandra.
El embarazo continuaba y la situación empeoraba. Debían elegir el tratamiento que menos afectara al bebé. Pero 20 días después volvió a crecer el tumor y una nueva cirugía y así una vez más.
A las 26 semanas de gestación nació el bebé, pero falleció nueve días después. La masa volvió a crecer, era tal la agresividad del cáncer que de 1 a 10 lo catalogaron en 40.
Aunque ha sido un año de muchos contratiempos, Sandra continúa su lucha. No tiene trabajo, por eso se ayuda vendiendo la bisutería que confecciona. También lo hace con la venta de unas boletas. “Solo pido que me permitan ofrecer las boletas en las empresas y así pagar las deudas que me ha dejado esta enfermedad, concluye”.
Sandra comenzó tratamiento de quimioterapia cada 21 días, pero no le sirvió la masa volvió a crecer. La opción de una cuarta cirugía estaba ahí, pero los médicos le advirtieron de los problemas de vejiga y color que podría padecer de por vida.
“Yo quiero trabajar y si me practican un colostomía la cosa se complica, por eso empecé a asistir a 25 radioterapias y una quimio por semana”, explica la mujer.
El pasado domingo llegó de Bogotá donde tuvo cita en el Instituto de Cancerología. Al parecer no requiere de otra operación, solo la quimio y un tratamiento de braquiterapia (radioterapia interna) que le redujo el tumor a 1,15 centímetros.
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