Foto | Tomada de Ubyssey-ca | LA PATRIA| El temible Campo de Auschwitz, donde la muerte llegaba cada día.
Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
Jaime Bromberg Katz tenía muy presente el día y la hora de su llegada a Manizales, por más que habían pasado 49 años. En la tarde del 30 de abril de 1948, a las 3:00, entró a la apacible ciudad. La capital del Gran Caldas, en el centro-occidente de Colombia, aún era pequeña, pero tenía mucho que ofrecer a un hombre que acababa de sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial. Nació en Lódz (Polonia), era de origen judío, suficiente para haber padecido el horror de la persecución de la Alemania de Adolf Hitler.
En 1997, a sus 82 años, vivía en Palermo, cómodo barrio del suroriente de la zona urbana. Allí pasaba los días en paz, a pesar de tener vivo el recuerdo de la tragedia mundial.
Relataba, con claridad, su paso por el Ejército polaco, su permanencia en un ghetto, la huida del temible campo de Auschwitz y, por supuesto, la ruta de la libertad que lo trajo a Colombia.
En la década del 30 su vida sufrió un cambio dramático. El presentimiento de que algo malo estaba por suceder recorría la mente de Jaime y de millones de personas que vivían en Europa antes de 1939. Se calcula que 300 mil europeos de origen judío pudieron huir de las garras del Tercer Reich. Otros, como él, se demoraron en partir y se convirtieron en víctimas y testigos de las escenas más horribles de la historia.
Pocos, muy pocos, pudieron sobrevivir a los campos de concentración y contar que se salvaron de una nación enfurecida, con la razón perdida tocando los límites de la xenofobia y de la locura. Para al final dejar todo en sangre, sangre de seis millones de niños, adultos y ancianos. Seis millones de inocentes.
El inicio
Foto | Tomada de militar.org | LAPATRIA|La arremetida alemana con sus tanques.
Jaime, en la sala de su casa en Palermo, relataba los comienzos de su vida hasta contar cómo llegó a Manizales. En las primeras líneas dijimos que todo empezó en Lódz, donde nació en 1915, año en que el viejo continente estaba prendido por la Primera Guerra Mundial.
La pareja de esposos de raíces judías Luzer Bromberg y Tava Kantz vieron nacer a su décimo hijo, Chaime, quien con el paso de los años, ya en Colombia, traduciría la expresión polaca ch que se pronuncia j y por eso se llamaría Jaime.
Lódz pertenecía al grupo de ciudades más industrializadas de Europa. Allí Jaime estudió la primaria y el bachillerato. Soñaba con ser un gran ingeniero electrónico y viajar a Estados Unidos.
Su anhelo quedó truncado el día que lo incorporaron al Batallón de Infantería número 37 del Ejército de su país. En 1938 las tropas polacas estaban alerta ante la inminente invasión nazi. “Nos alistaban para la guerra. Hacíamos maniobras de defensa en largas jornadas. Era un Ejército muy disciplinado”, recordaba Jaime.
En una fotografía que conservaba en el álbum familiar se le veía con el uniforme que lo identificaba como cabo segundo, máximo rango que alcanzó en su carrera militar.
Su unidad operaba en las heladas aguas del mar Báltico, territorio que los germanos perdieron en la Primera Guerra y ahora estaban dispuestos a recuperar a sangre y fuego. Los entrenamientos aumentaban, al igual que las sospechas de pasos agigantados de la bota enemiga, comandada por Hitler y su sueño de expansión europea, apoyado en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi.
El señor, blanquito como un ángel, narraba: “El 1 de septiembre de 1939 se aparecieron por mar, tierra y aire. A Polonia se la tomaron en menos de 10 días y a nosotros nos cogieron prisioneros. No pudimos reaccionar”.
La voz de Jaime se convertía en la de un historiador. “Los discípulos de Hitler seguían entrando y ordenando. Los esperados ejércitos aliados, como el inglés y el francés, no llegaban al rescate. La ruina estaba encima de Polonia, después de que éramos un país con 39 millones de habitantes, fuerte en industrias como la del carbón mineral, esencial para cualquier nación de esa época".
Los alemanes decidieron dividir el Batallón Número 37. A los soldados y comandantes polacos los separaron de los de origen judío. Jaime sabía que quedarse allí significaría ir por un camino de horror. Entonces en segundos se ideó una estrategia vital, en un momento crucial. Se hizo el herido y se amarró un trapo en la canilla de la pierna derecha. “Nos llevaron a un salón para examinar el estado de salud". De pronto, un médico alemán lo miró fijo a los ojos. “Se vino hacia mí entre el grupo de judíos. Me incliné un poco y me tomé el estómago. Le di a entender que estaba desesperado por entrar al baño. Lo único que hizo fue señalarme donde quedaba el lugar”.
Hasta ahí el médico vio a Jaime. En un movimiento veloz y ágil se escondió y luego huyó. Al poco tiempo andaba y casi que corría por las calles, estaba desesperado por desprenderse de las prendas militares. Por fin llegó a un edificio pequeño. En la parte alta de la construcción funcionaba un negocio de secado de ropa. El traje, en ese momento, podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte. En segundos vestía un pantalón y una camisa vieja, ambos más grandes que su talla. Además, los zapatos que cambió por las botas se los puso trocados.
El Ejército alemán crecía en territorio polaco. En cada segundo y en cada calle a Jaime le parecía ver un soldado nazi. Caminando llegó a una estación de tren y aprovechó para viajar a otro pueblo. Allí unos compatriotas le suministraron ropa nueva para que regresara a Lódz, su pueblo natal, ubicado en el centro de Polonia a 121 kilómetros de la capital, Varsovia.
Foto | Tomada de Footageframepool.com | LA PATRIA| Lódz, ciudad natal de Jaime Bromberg, destruida por la invasión alemana a Polonia.
Imparables
Foto | Tomada de Worldpress.com | LA PATRIA| Hace 70 años terminó la Segunda Guerra Mundial, en la que se enfrentó la Alemania nazi con los países aliados.
Sus ojos vieron lo que nadie quisiera ver. Su país estaba destruido. Ciudades y pueblos eran arrasados por los bombardeos. La persecución y el martirio contra los judíos no paraban.
En 1931 en Lódz vivían 604 mil 470 ciudadanos, de ellos 315.622 eran polacos; 202.497, judíos, y 86.351, alemanes.
Ocho años después, las tropas del general Juliuz Rómmel hacían esfuerzos para frenar la invasión. La confianza y el poder nazi pronto se impusieron, inclusive renombraron la ciudad como Litzmannstadt, en homenaje a Karl Litzmann que la sometió en la Primera Guerra Mundial.
“Encontré a Lódz dividido. En una parte de la ciudad dejaron a los polacos, y en otras nos encerraron a nosotros. Nos pusieron un gobierno judío, pero con instrucciones alemanas. Nos racionalizaron la comida y nos pusieron una moneda”.
Se refería al ghetto de Lódz, con el cual no se permitía la mezcla de judíos con polacos y alemanes. Alrededor de 200 mil personas de la ciudad y de otras vecinas estaban acorralados con cercos de alambre de púa y custodiados por alemanes. En realidad eran cárceles en la ciudad, donde los judíos trabajaban para los planes de Hitler.
“Me tocó como bombero”, decía Jaime y mostraba una foto que corrobora su actividad. Le tocaba limpiar las chimeneas que en esa época funcionaban con carbón. Allí aún podía hablar con sus familiares y amigos. Dos años y medio permaneció en el ghetto.
En 1944, cuando se cerró el ghetto, solo salieron vivas 900 personas, entre ellas nuestro personaje. A comienzos de 1945 en la ciudad apenas había 300 mil pobladores. Lo peor estaba por venir.
“Luego nos llevaron a un campo de concentración en la frontera polaco-alemana. Se trataba de Aschwitz, el más grande en su género. En el lugar la muerte era invitada constante y llegaba camuflada en duchas de gas, que caía sobre sus víctimas. Centenares morían cada día esperando un refrescante baño de agua.
“Allí me dejaron hasta que terminó la guerra”, decía con cierta resignación y a la vez orgullo, pues logró salir de un sitio de donde, dicen los libros de historia, era sinónimo de muerte segura. Un millón 300 mil personas (90% de origen judío) fueron llevadas a Aschwitz, un millón 100 mil murieron. "Campos de exterminio", eran las palabras que consideraba el señor más adecuadas para referirse a este capítulo del Holocausto.
El 7 de enero de 1945, cuando llegaron los soviéticos y a Alemania la derrota le respiraba en la nuca, Jaime sintió que oficialmente era un sobreviviente de la Guerra.
Lo siguiente consistió en regresar a Lódz en busca de sus familiares y amigos, mas solo encontró soledad, muerte y destrucción. Decidió alejarse de allí. “Me olvidé de Polonia”.
Foto | Tomada de Shmopp.com | LA PATRIA| Jaime Bromberg estuvo prisionero en Auschwitz. Allí lo tomó el final de la Guerra.
Encontrando a Colombia
Una compañía de refugiados arropó a Jaime y lo envió como asilado a varios países. Desorientado estuvo en Viena (Austria) y luego en París (Francia) donde se hospedó en un hotel. Allí pasó varios años, de los cuales dedicó parte a la sastrería. “En invierno hacía confecciones para el verano, y en verano las hacía para el invierno”. En ese ir y venir un día tuvo la idea de buscar a los dos hermanos que lograron huir de Polonia antes de que comenzara el conflicto orbital.
Sabía que Salomón salió para Latinoamérica en 1943, y Jacobo, al año siguiente. Un recuerdo fue la clave. “Almacén El Barato, Manizales - Colombia, vía Buenaventura”. Eso era más o menos lo que Jaime recordaba de un mensaje de Salomón a la familia. “Envié una carta al Centro Israelí en Bogotá, donde estaban inscritos miembros de la colonia judía. Efectivamente mi hermano Salomón pertenecía al grupo”.
Frenados
Desde los años 20, del siglo pasado, había en Colombia una polémica sobre el ingreso de judíos. Las autoridades restringieron la inmigración, medida que se acentuó en las décadas de los 30 y 40 con la llegada al poder del nacionalismo a Alemania. Había un proceso de exclusión judía en varias naciones. Por eso, Jaime no la tenía fácil para reencontrarse con sus familiares.
“El papel de los países latinoamericanos fue secundario respecto del conflicto europeo de los años 30 y 40, pero en cambio fue de gran importancia en cuanto a la salvación de judíos”, así se cita al investigador Avraham Milgram en la tesis Colombia frente al antisemitismo y la inmigración de judíos polacos y alemanes, escrita por Lina María Leal, de la Universidad Nacional de Colombia.
Un fuerte opositor, según la tesis de Leal, fue Luis López de Mesa, quien ocupó el cargo de ministro de Relaciones Exteriores. En 1939 el funcionario emitió una orden a los cónsules que desesperanzó a las familias que ya estaban en territorio colombiano y a aquellos extranjeros que querían venir al país: "Considera el Gobierno que la cifra de cinco mil judíos actualmente establecidos en Colombia, constituyen [sic] ya un porcentaje imposible de superar, a pesar de los sentimientos humanitarios que naturalmente inclinan la acogida benévola de las minorías raciales hoy perseguidas".
Centenares de judíos pasaban días y noches en los consulados de Colombia, incluido el de Alemania, esperando el visto bueno para viajar al país suramericano.
Sobre los judíos, López de Mesa conceptuaba que tenían una orientación parasitaria de la vida. En general los veía, respaldado por un sector de la sociedad sobre todo el comercial, como inconveniente para la economía nacional. Sin embargo, al país lograron ingresar alrededor de seis mil, y en esa oleada llegó el joven Jaime Bromberg Katz.
La respuesta
Pasaron dos meses luego del telegrama enviado por Jaime a Colombia y por fin una respuesta. Salomón había recibido el mensaje y tramitaba una visa para su hermano. El proceso tardó dos años, al cabo de los cuales el exprisionero emprendió su viaje con la esperanza de reunirse con sus familiares sobrevivientes.
El día que estaba listo en el puerto de Can (Francia) le avisaron que Colombia, nación a la que se dirigía, acababa de entrar en guerra civil por el asesinato de un caudillo. El 9 de abril de 1948 mataron en el centro de Bogotá al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, lo que desencadenó en el Bogotazo y en asesinatos de liberales y conservadores, en las ciudades y el campo.
Paradójicamente, nuestro personaje salía de un continente donde acabaron con la vida de millones por ser de una raza distinta para pasar a otra nación en una guerra política, no menos irracional, que duraría décadas matando por el solo hecho de ser rojo o de ser azul. Así pronto estaría en este país de también balas y lágrimas de miles de inocentes.
Foto|Archivo|LA PATRIA
Pasaron algunos días hasta que el gobierno colombiano autorizó la llegada de la embarcación. El 29 de abril el barco encalló en Barranquilla. “Todavía quedaban residuos del Bogotazo. Como había toque de queda me tocó quedarme encerrado en el hotel”, rememoraba Jaime.
Al día siguiente llegó en avión a Bogotá y luego en otro viajó hasta Pereira. Su siguiente destino: Manizales. “En esa época era una odisea llegar a la ciudad, la carretera era casi intransitable". Esa tarde, del 30 de abril, lo recibió su hermano Salomón, quien era el dueño del almacén El Barato.
La ciudad, a dos mil metros sobre el nivel del mar y adornada por el Nevado del Ruiz y su cadena de montañas, transcurría bajo calma y tensión.
Unas horas antes de la llegada de Bromberg el padre Adolfo Hoyos se reunió con señoras y señoritas de la alta sociedad para hablar sobre la importancia de enseñarles el catecismo a los niños. Ese ambiente de tranquilidad también estaba alterado por los acontecimientos tras el asesinato de Gaitán.
En el diario de la mañana La Patria las salas de cine anunciaban sus películas, pero recordaban la restricción. El Teatro Manizales que ese día proyectaba en matiné El despertar del mundo, desde las 4:30, advertía "Se saldrá media hora antes del toque de queda".
Foto|Archivo|LA PATRIA
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La Gobernación, la Policía y el Ejército reportaban calma y a la vez medidas para evitar disturbios. "No se permiten manifestaciones públicas de ninguna clase, ni reuniones políticas, ni grupos de más de cinco personas..".
Ese día el periódico también traía un titular internacional, nada ajeno a la vida de Jaime. "Es inminente la tercera guerra mundial". Hacía referencia a cables de prensa, en los que expertos hablaban de un posible ataque con bomba atómica a la Unión Soviética, en menos de seis meses.
Divididos
Foto| Archivo| LA PATRIA| El sello de prisionero de los alemanes en Auschwitz.
Manizales, fundada en 1849, era la capital de Caldas, departamento que luego se dividió, dando origen a Risaralda y Quindío para conformar hoy en día el Eje Cafetero.
En esta pequeña ciudad, Jaime reinició su vida: volvió a nacer. Salomón, su hermano, le ofreció trabajo como vendedor de telas a domicilio. Jaime pronto tuvo gran acogida en la colonia judía, claro que al principio hubo dificultades . “Yo hablaba polaco, alemán y francés, pero de español no sabía nada”. Caminaba por las calles: “Mercancía a plazos, mercancía a plazos”, era lo que hasta ahora le había enseñado a decir su hermano.
Luego tuvo un ayudante. Con él aprendió otras palabras. Escuchaba que su acompañante decía: “Buenos días, señora”. Pasaron unos dos años y ya se ayudaba con diccionarios y otros libros. Había aprendido otro idioma y sentía que se podía defender solo. Entonces decidió independizarse. Con la plata que había ahorrado compró una máquina de coser y una prenda de vestir, la cual desbarató. De allí sacó un molde. Consiguió una empleada y con ella fabricaron una docena de combinaciones. El pequeño negocio fue un éxito, las vendieron todas.
Después hizo más prendas y todas quedaron en manos de los clientes. “En semana las señoras iban a sacar los vestidos, y los domingos yo iba a sus casas a cobrarles”.
Unas veces iba en bicicleta y en otras a caballo. Eran los tiempos en que la Plaza de Bolívar, donde desembocaban las pequeñas calles de la ciudad, era un alegre y acogedor parque, a los pies de la majestuosa Catedral de 105 metros de altura. Allí, bajo los árboles y en bancas terminaban sus jornadas luego de que el sol, también cansado, se recostaba en la cordillera Occidental. Y el astro rey, como ha ocurrido siempre, se despedía de la ciudad con un cielo pintado de los colores más preciosos que la naturaleza ha podido dar.
Soy feliz
Foto social, publicada en LA PATRIA, en junio del 2002, luego de la muerte en Manizales de Bromberg en mayo de ese año.
“En 1954 logré la ciudadanía colombiana. El propio general Gustavo Rojas Pinilla (militar y presidente de Colombia 1953-1957) me entregó la nacionalidad. Luego hice el juramento en la Alcaldía de Manizales”.
Pasaron los años y el pequeño negocio se convirtió en una próspera empresa. De dos y tres empleados se pasó a treinta. Las antiguas máquinas de pedal quedaron en un rincón y las reemplazaron las de motor, instaladas en un local más amplio.
Los productos de la llamada Industrias y Almacén Jaibro (Jai de Jaime y bro de Bromberg) fueron llevadas por el propio Jaime a pueblos conocidos y desconocidos de Colombia. Se casó con la manizaleña Libia González, con quien tuvo cuatro hijos. Larry es médico; Fanny, enfermera superior; Saúl León es ingeniero de alimentos, y Carolina, ingeniera de alimentos y vive en Israel. Otro de sus familiares es Paul Bromberg (alcalde de Bogotá en 1997), hijo de su hermano Jacobo, quien vivió en Medellín y luego se fue para la capital de la República.
La colonia judía en la ciudad llegó a tener 30 familias. La de Jaime fue la única que se quedó, varios murieron en esta tierra como su hermano Salomón. El 23 de mayo del 2002 falleció en Manizales Jaime Bromberg Katz. "No sufría enfermedades graves. Se fue muriendo poco a poco", recordó su esposa, Libia. La inhumación fue en el cementerio hebreo de Bogotá.
Ni las prisiones, ni los ghetos, ni el temible campo de concentración de Aschwitz, tampoco las ráfagas, los bombardeos y las humillaciones pudieron con Jaime Bromberg Kantz, polacojudío, quien al final de sus conversaciones solía decir: “Soy feliz, me siento manizalita y viviré aquí hasta el final de mis días". Y así ocurrió.
Rumbos de los judíos
Foto| tomada minutouno.com
* Desde 1937 hasta 1944, el movimiento sionista organizó el escape de 18.000 judíos de Europa central y oriental a Palestina.
* Entre 1933 y 1939, más de 90.000 judíos alemanes y austriacos huyeron a países vecinos (Francia, Bélgica, los Países Bajos, Dinamarca, Checoslovaquia y Suiza).
* Entre 1939 y 1941, casi 300.000 judíos polacos, casi el 10 por ciento de la población judía polaca, huyeron de zonas de Polonia ocupadas por los alemanes y cruzaron a la zona soviética.
* Después del ataque alemán a la Unión Soviética en junio de 1941, más de un millón de judíos soviéticos huyó hacia el este a las regiones asiáticas del país.
* Cerca de 30.000 judíos fueron admitidos en Suiza, aunque se calcula que 20.000 fueron rechazados en la frontera suiza.
* España permitió el ingreso de casi 30.000 refugiados judíos, principalmente desde 1939 a 1941.
* A pesar de los esfuerzos de Turquía por impedir que estos barcos atracaran, más de 16.000 judíos pasaron por Turquía en camino a Palestina.
* Italia ayudó a los judíos en varias de las zonas que ocupaba. Éstas incluían Dalmacia y Croacia, donde 5.000 judíos encontraron refugio; el sur de Francia, donde huyeron al menos 25.000 judíos; y Grecia, donde 13.000 refugiados judíos encontraron asilo provisional.
Nota: Tomado de la web de United States Holocaust Memorial Museum, Washington.
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