CARLOS HERNÁNDEZ
LA PATRIA | BERLÍN (SAMANÁ)
La vida errante de Dorancé Loaiza comenzó temprano. Hace 55 años llegó desde el Valle del Cauca, donde nació, a Berlín, corregimiento de Samaná donde se dedicó a lo que sabe: trabajar la tierra. Allí sembró sus cultivos en calma hasta que las balas y las amenazas del conflicto, a finales de los 90, lo obligaron a desplazarse a La Dorada. No soporta la vida convulsionada, así que regresó para seguir labrando en la vereda Lagunilla, de Berlín, donde pensaba detener tanta andadera. Pero allí solo duró 10 años.
El cacao, el maíz y el fríjol comenzaron a deteriorarse, en un fenómeno que denomina "yelar". "Con el frío se dañaron; los cubría una especie de maleza, la colebruja, por la brisa del embalse de Amaní". Él le atribuye parte de sus infortunios a ese hermoso producto de la ingeniería, que se aprecia desde Lagunilla como un espejo verde. El clima frío que se creó en la zona, generalmente cálida, afectó los cultivos. Si antes producía 30 arrobas de cacao trimestralmente, con los cultivos "yelados" el número bajó, en los momentos más extremos, a tres.
Vino también la falta de agua. Su finca estaba emplazada en el terreno bajo el que pasa el túnel que Isagén construyó para trasvasar las aguas del río Manso con el fin de aportarle caudal al embalse de Amaní. Durante la construcción ocurrió lo que la empresa llama un impacto no previsto, pues al túnel se comenzaron a filtrar en forma desproporcionada aguas de los cauces que le pasan por encima.
Desde el 2008 el Ministerio de Ambiente estipuló que el máximo de esas infiltraciones podía ser de 20 litros por segundo, y cuando culminó la excavación del túnel, en abril del 2011, ascendían a 250 litros por segundo, de acuerdo con mediciones de la propia empresa.
Sin remedio
El Ministerio estipuló que las quebradas que se secaron o disminuyeron su caudal fueron 22. La situación resonó más en agosto pasado, cuando la comunidad de Berlín organizó un plantón para protestar porque vio en peligro el acueducto, algo que la empresa ha desmentido. En ese momento, Luis Fernando Rico, gerente de Isagén, prometió que solucionarían los problemas relacionados con las actuaciones de la empresa.
Esas soluciones, sin embargo, han estado lejos de ser ideales para los pobladores, y todo parte de una razón: técnicamente no es posible detener las infiltraciones.
En tres documentos que le envió Isagén a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), entre noviembre del 2011 y junio del 2012, y que LA PATRIA conoció mediante derecho de petición, la empresa reitera que aplicó sin éxito las metodologías técnicas establecidas para estos casos, que deben apuntarle a la impermeabilización. Incluso, calculó que si revistiera totalmente el túnel en concreto para lograr ese efecto, "se tendría al finalizar los trabajos un caudal aproximado de infiltración del orden de 185 litros por segundo", es decir, una reducción muy baja.
La ANLA, que depende del Minambiente, ordenó en diciembre del 2011 suspender la entrada en operación del trasvase del río Manso, como medida preventiva que solo levantará si la empresa cumple varias condiciones, la primera de las cuales es recuperar el recurso hídrico. En caso de que no lo logre, le exigen presentar medidas de compensación. Corpocaldas está a cargo de vigilar el cumplimiento de la medida.
Lagunilla, en soledad
La mayoría de propietarios afectados por la escasez de agua prefirió venderle sus predios a Isagén antes que aceptar otras alternativas que les planteó la compañía, como las adecuaciones o las compras parciales de las fincas y potreros.
Dorancé, el campesino errante con el que comienza esta historia, pidió que lo reubicaran, así que debió salir de su terruño, otra vez, sin haberlo previsto. Dejó siete hectáreas en las que sembraba yuca y plátano además del fríjol, el cacao y el maíz que se "yelaban". Su reclamo no es solo nostalgia por Lagunilla: "esas son tierras más productivas porque no necesitan abonos. Me iban a dar un predio que no produce, y no acepté porque había que mejorarlo. Entonces me compraron". Hoy vive en la vereda La Reforma.
Su apreciación la comparte Arturo Amórtegui, de la Junta de Acción Comunal de Berlín, un baquiano que el martes pasado acompañó a LA PATRIA a recorrer Lagunilla, la que considera "era la vereda más productiva del corregimiento".
No hay acceso en carro. Los caminos son estrechos canales de tierra y barro forjados por los caminantes y las bestias, a lo largo de los cuales se desprenden ramales que llevan a los terrenos donde antes había fincas. Llegamos, por ejemplo, a la que le pertenecía al señor Gabriel León, según recuerda Arturo. Y como el tiempo se empecina en acabar con las cosas que no se tocan, lo que era una piscina ahora es un estanque mohoso con agua turbia represada; lo que era un pasillo de la vivienda está hoy al aire libre, salpicado de estiércol seco de caballo. Del azulejo del baño brotan las ramas de una planta.
A medida que camina, Arturo habla de los demás: de Germán Toro, quien tenía un lote para su ganado, y lo señala a lo lejos; de la finca de Hernando Soto, a la que "ya no entra ni el demonio". En las afueras de los que fueron predios de Alirio Parra, Héctor Chitiva y Dorancé Loaiza dice que allí "ya solo deben entrar culebras".
Intentamos entrar a la de Juan Carlos Agudelo, el último campesino que trabaja en Lagunilla, pero el baquiano no halló forma. Dos días después Agudelo nos contó por celular que los pastos están crecidos porque no le interesa arreglar mucho el lugar: también está en negociaciones con Isagén y es posible que pronto, una vez venda, se vaya a trabajar a otra parte. Hace seis meses que no vive allí, aunque mantiene ganado de engorde y de cría al que le pasa revista día de por medio.
Su situación es particular, pues no se vio afectado por la falta de agua. Simple y tristemente se fue quedando aislado, en el fondo de la vereda, una vez los vecinos comenzaron a vender.
Arturo, el guía, explica que la dificultad de quedarse solo es que el mantenimiento del camino de acceso solo quedaba en manos de una persona, aunque aclara que campesinos que trabajan para Isagén suelen hacerle mantenimiento. Es más, esa es la única razón por la que Dorancé ha vuelto por aquellos lados, pues la compañía lo contrató recientemente para limpiar el camino.
Como Juan Carlos, hubo otros dos propietarios en Lagunilla y uno en La Reforma que vendieron tras quedar aislados. Si se suma el área de esos predios con la que adquirió Isagén por afectación del agua en Lagunilla, La Reforma y Piedras Verdes, se tiene que la empresa, según información que le envió a la ANLA, debió adquirir 468,15 hectáreas como consecuencia del mal cálculo en la construcción del túnel y las posteriores infiltraciones. Es una superficie equivalente a 668 canchas de fútbol como la del Estadio Palogrande, de Manizales (ver infográfico La distribución).
Arturo Amórtegui no duda en calificar lo que ha ocurrido como un desplazamiento, más allá de la voluntad de vender que manifestaron los antiguos dueños. Luis Eduardo Loaiza, hermano de Dorancé que también recibió indemnización, concluye categóricamente: "a uno le dan $30 millones o $40 millones, pero eso no subsana lo que uno tiene que vivir el resto de años".
"La zona estará mejor": Isagén
LA PATRIA habló con María Luz Pérez, gerente de proyectos de generación de Isagén.
¿Son conscientes de lo afectado que se puede ver Berlín por la falta de producción en la vereda Lagunilla?
Lagunilla, si bien la comunidad la llama vereda, es un sector de Berlín. No tiene junta de acción comunal, ni escuela, y no está organizado como vereda. No es el sector más productivo. Muchos de esos predios eran dedicados a la ganadería y no a la agricultura. Había mucha deforestación. De todas formas, tan pronto comenzó la afectación, Isagén contactó a las familias para darles solución.
La ANLA exige recuperar el recurso hídrico afectado. ¿Lo lograrán?
El Ministerio habla de 22 quebradas, pero eso depende de la época en la que se visiten. Aceptamos que hay un impacto y por eso implementamos medidas de compensación, que son amplias y a mediano y largo plazo, como la restauración ecológica, que es a tres años; hicimos un convenio con Corpocaldas para dar conectividad a esta zona con el Parque Natural Selva de Florencia. La zona estará mejor porque había mucha deforestación y ahora la aislaremos. A cada familia se le compensó de acuerdo con su impacto. Isagén implementó todas las medidas para mitigar el impacto.
Algunos afectados hablan de desplazamiento…
Les dimos la opción de que si les faltaba el agua, adecuábamos los terrenos. Es diferente el desplazamiento de los grupos armados al que hacemos nosotros. Lo que hacemos son reubicaciones. No todos eran habitantes de allí, y sin embargo, les hacemos seguimiento para que no se sientan así.
También con el Guarinó
El oriente de Caldas se perfila como una región promisoria para la explotación hidroenergética, debido a su riqueza hídrica. Isagén, por ejemplo, también está a cargo del trasvase del río Guarinó al río La Miel, que ya está en operación en Victoria y con el que abastece la Central Hidroeléctrica Miel I. En julio del 2009 el Ministerio de Ambiente multó a la empresa con $139 millones por ocupar cauces sin autorización e instalar una trituradora para transformación de materiales de construcción que generaba mucho ruido para los pobladores y afectaba el aire.
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