Vanessa Sánchez
LA PATRIA / Manizales
Nelson acaricia su gallo desde la cresta hasta la cola. El ave cacarea, mientras que la mano de su amo recorre las plumas canela hasta la última de tonos negros con visos tornasol. Hasta ahora ninguno de los dos piensa que va de pelea.
El bípedo que aún no tiene nombre, apenas lo recogieron del patio hace quince días para prepararlo como un ave de riña. El entrenamiento dura alrededor de seis meses. Sin someterlo a acondicionamiento físico y de alimentación especial, Nelson guarda en su mente lo que su padre dice: estos gallos saben que si no matan, los matan.
No hay arena, ruedo, redondel o gallera dispuesta. El balcón de la casa en la vereda La Floresta, de Villamaría (sector El Bombazo), será el lugar para que el gallo demuestre sus dotes. De las tres galleras que había en el municipio ya no queda ninguna. Nelson era propietario de una de ellas.
El hombre , de 59 años, lo suelta frente a su contrincante. Por naturaleza, el gallo fino salta sobre su oponente, le pega varios picotazos en el pescuezo y, de tener espuelas, podría liquidarlo. Uno de ellos se “agallina” y en medio de la agitación su amo lo levanta. Señala que así le falte capacidad en los pulmones, estos gallos nacieron para enfrentarse.
“Se atacan solos, uno no les enseña que peleen”, exclama.
La finca San Miguel, por ahora, alberga seis gallos finos. Nelson manifiesta que estas aves se tardan de ocho a 10 meses para crecer y estar en el punto para echarlos al ruedo.
“Todavía les falta mucho. Hay que darles buena comida: panela, maíz, huevo y avena una vez por semana para que los pollos no engorden, sino que adquieran masa muscular. Los pulmones son muy pequeños y por eso no hay que cubrirlos con buena fibra”, asegura el señor, quien vuelve a tener a su ave peleadora en las manos.
Vuelve a acariciarlo, parece que llevaran una amistad de tiempo. No picotea, no tiembla ni le tira al cuerpo de su amo.
El gallero cuenta que la tradición la heredó de su padre, Miguel Marín, más conocido como 'Caloreo'. Llegó a tener 200 aves de pelea, apostó, ganó, perdió y la pasión la compartió con sus doce hijos y 36 nietos.
Nelson asegura que, sin duda, la mejor herencia que recibió de su padre fue el cuidado y el amor por los animales. Como precepto, casi bíblico, aprendió que con sus gallos debe ser agradecido. Ganen o pierdan los recogen del redondel, les prestan los primeros auxilios y los regresan a los galpones. Ya definirán si regresan a pelear o, como dice en tono jocoso, quedan para sancocho.
En el mundo de los galleros todo es impredecible. Nelson asegura que hay familias llenas de suerte porque en cada apuesta ganan. Recuerda que su mayor apuesta fue por $5 millones, la más alta que ha hecho durante su afición. Y como la palabra de gallero se respeta, explica que hay hombres que apuestan la casa, la finca, el carro y hasta la mujer. Después de dar la palabra, pocos se quitan, a excepción de los borrachos y los desconocidos.
Mientras camina hacia el galpón le da las últimas caricias al gallo canela de cola oscura. Abre el corral y lo despide. Roza sus manos por los huecos de la malla e indica que para conocer un gallo fino hay que revisar que sea colorado, fuerte, de buen pico, tino y aguantador. Es decir, que cuando le peguen con las espuelas reaccione bien.
Cuando entra en la fase de preparación, otro gallo es el que canta. Se someten a cambios extremos. Les cortan la cresta, la barba y los despluman un poco para que queden más livianos. En este preaviso el ave tiembla cuando la toman en la mano, porque sabe que llegó su hora de enfrentarse de vida o muerte.
En la entrada de la vivienda del hermano de Nelson hay cuatro gallos palmones. Motilados, sin cresta ni barba y un poco más delgados. Llevan varios meses entrenándose. Lo que falta, si es que esa noche fueran a dar la pelea, son las espuelas (uñas largas hechas con carey que pueden chuzar a tal punto de matar otro gallo o dejarlo lesionado de por vida).
Entre su sobrina Manuela, una caponera de 18 años, lo calzan. Primero ubican las patapiojas (elemento metálico donde van las espuelas). Normalmente van en la mitad de la canilla y se fijan con micropore. De ahí en adelante, el gallo saca su tino para que no lo liquiden.
Nelson no se rehúsa a perder la tradición, tanto es así que su madre Sofía Gómez, de 85 años, todavía participa en las riñas.
Parado en la parte externa de la casa, cerca a dos establos de caballos, Nelson indica que por lo general las peleas de gallos duran 10 minutos. Si alguna de las dos aves no reacciona ante los ataques y si pasado un minuto no hay contraataque, el oponente gana.
En su caso, ninguno de los seis gallos que tiene ha peleado. Planea, si está de buen ánimo, llevarlos a galleras como La Castellana (Manizales), El Tablazo, Cielito Lindo o en la vereda Tareas (Neira), donde una vez por mes hay peleas de gallos.
Destaca que Caldas, por tradición, ha sido un departamento gallero. Aranzazu, Marmato, Salamina y Pácora son municipios donde por tradición hay riñas y se cazan las mejores apuestas.
“Esto es algo de cientos de años. En Estados Unidos, donde se prohíben las riñas de gallos, la gente se reúne para hacerlas de manera clandestina. Imagínese toda la economía que se mueve alrededor de esto y que las quiten por capricho”.
El gallero hace referencia a que en caso de que la Corte Suprema prohíba esta actividad - como las corridas de toros - estaría yendo en contra de las tradiciones. Advirtió que si esto sucede igual, a puerta cerrada, se siguen cazando las peleas.
“Enfrente dos gallos sin preparar y analice que ellos tienen esa genética. No es maltrato porque nosotros antes les damos los mejores cuidados y los asistimos cuando ellos mismos se hieren”, exclama.
Nelson cierra el galpón, cuenta de reojo cuántas gallinas quedaron sueltas. Relata que como por el sector hay perros de monte y zarigueñas, lo mejor es saber lo que tiene, antes de que se le pierda. Acaricia a sus caballos, dos perros y finalmente cierra su finca, donde todavía hay material del montaje de la fonda La Gallera con la que participó en las Arrierías de las Ferias de Manizales y en la que había redondel para poner a copmpetir gallos finos, de verdad, verdad.
Foto | Jorge Iván Castaño | LA PATRIA
Hubo una época cuando en Neira las peleas de gallos se realizaban en la calle o en las plazas, sitios a donde llegaban los aficionados de todas partes dispuestos a gastarse su dinero en las apuestas.
Fredy Castellanos, de 45 años, lleva la finura de los gallos. Es propietario de las galleras La Castellana (Manizales) y el Relincho en Neira. En este momento tiene 25 aves para las riñas y es dueño de 500 gallos - entre pollos, gallos y padrones reproductores -.
Ha participado en torneos nacionales e internacionales. Para él, más allá de los títulos, es que la tradición se conserve y para ello tiene tres códigos básicos de la cultura gallera:
Para el gallero es relativo, porque depende de la genética del ave, de las peleas que tenga y de las condiciones y cualidades posea. Sin preparar, un gallo vale $150 mil; preparado, entre $1 y 3 millones. El valor lo pone la plaza donde pelee el ave.
El mejor gallo es el de Puerto Rico, cruzado entre ave española y de República Dominicana. Se caracteriza por ser peleador, luchador y se considera un gladiador. En el ranking de los gallos, ese ocupa el primer lugar, seguido por el colombiano, porque son muy rápidos y dan la pelea hasta el final.
“Se dice que esto es maltrato animal, pero yo no lo veo así, estos gallos son peleadores por genética. La gente no se ha tomado el tiempo de meterse en las galleras y a los criaderos y ver cómo se maneja esto. Las aves se cuidan igual o mejor que una mascota. Desde que son recién nacidos con 8 y 15 días se matan y es una actividad que ha sido de toda la vida”.
Alberto Castrillón
La gente se entretenía mucho en las galleras, el juego era una tradición.
Raúl Antonio Vásquez
Los animales tienen derecho a vivir como nosotros.
Germán Cardona
No me parece justo que pongan los animales a pelear y los maltraten.
Alba Lucia Martínez
No se debe maltratar a los animales. Me parece bueno que las acaben.
Alicia Torres
No me gusta ver que se maten los animales entre sí.
La Corte Suprema insistió que las corridas de toros y las peleas de gallos seguirán como espectáculos sin ningún tipo de restricción. Galleros como Nelson Marín, dice que estas aves se quieren más que a una mascota.
Dicen los aficionados a esta actividad que gallero que se respete no permite que otro le empioje (poner las espuelas) a su gallo.
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