Mateo Miramar
Nos encanta diciembre. Nos fascina engordar como chanchos. Somos criollos, como la papa criolla que se sirve frita y grasosa, en el restaurante de alcurnia y en la esquina de la carrera 23. Echémosle manteca y sabor al banquete político del 2014.
En la puerta de la casa tenemos un año viejo. Listico pa quemarse el 31 a las 11:57 de la noche, porque un buen hijo de la política colombiana tiene que ser ventajoso y quedar como el primero al que se le encendió la mecha. ¡Eeeepa hijuemadre!
Persígnense antes de saborear lo que pasó en las elecciones al Congreso. Comidilla que nos dieron con esa colita de ratón que nos fritamos en Supía, proveniente de Marmato. ¿Sí se acuerdan del simpatizante de Mauricio Lizcano cogido mientras le pedía a la gente del ICBF no más de a `cinco voticos´ por cabeza? Baby beaf que terminó subiendo escalas en un juzgado por constreñir al elector. Y don Mauricio sano, que eso no se asó en su cocina. Eso de constreñimiento al elector nos suena como estreñimiento, a propósito de los excesos gastronómicos. Semillas de pitaya y granadilla para esa mesa.
En gracia de discusión que montaje fue la palabra más adobada de la temporada. Va la madre, diría mi tío el de finca. Es que todos en la casa quedamos con ganas de Alka Seltzer después de lo de Óscar Iván. Al pobre lo metieron como carne en un plato irritante. Imagínense, dizque espiando al proceso de paz y a sus contrincantes de la campaña presidencial. Ni hablar, eso fue una producción de sabor digna de Harry Sasson. El hacker Sepúlveda, creemos, es un actor. Algo le aprendió a su esposa, Lina Luna. Hasta se parece a Jason Statham, el protagonista de El Transportador, esa dominical en la que se dan bala todo el tiempo. Y eso que lo acompañó el asesor espiritual de la campaña, ese llamado antes Ayatolá caldense, Luis Alfonso Hoyos, famoso por andar camándula en mano en busca de votos, pero esta vez como que los Santos no le hicieron el milagrito, o mejor los de RCN que lo dejaron en evidencia en cámaras sirviendo de relacionista de Sepúlveda.
Otro bocadillo para las presidenciales, porque a Santos y Zuluaga solo les faltó sacar la rula. No hubo necesidad, pues doña Mercedes mandó a comer mier*%@ a la sobrina, al Centro Democrático y a otros que votaríamos por el caldense. Si es que hasta los de mi casa nos bajamos de ese bus, porque eso de de comer mier*%@... no, gracias. Es que la viejita, malhablada y todo le puso cebolla a la campaña, como pa hacerlos llorar.
Ya me está pidiendo el chef jefe, quiero decir el editor jefe, que acabe esta receta. Vamos a terminar el adobe con dos ingredientes. Uno, el fogonazo que Mario Castaño le dio al liberalismo barquista. Ese señor anda más veloz que el Rayo Mcqueen, porque pasó de sindicalista y administrativo en la Licorera de Caldas (huélase de Fehó) a representante a la Cámara. Le vamos a pedir a don Castaño un chorrito de esa gasolina pa rociarle al muñeco el 31. De esa misma que le regó a la madame Adriana Franco y la dejó como carne a la brasa. Quemadita.
De postre qué tal algo picante y agridulce con el casado entre Arturo y Ómar Yepes por culpa de una hija de Ómar que dizque inhabilitaría a Arturo para asumir su curul en la Cámara. El menor del clan pasteurizó la receta y hasta pidió un examen de ADN para que no lo saquen de su restaurante predilecto.
En fin, un año lleno de sabores y aromas, hasta sobra para el día de Reyes. Un plato de comida fusión más largo que una morcilla, que se pasa fuerte con aguardiente, un aguardiente de caña, con el anís de mi pueblo y el sabor de nuestras patrañas:
¡Che ragazzi!
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