HELMER GONZÁLEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Judas Iscariote es sinónimo de traición. Así se le ha visto siempre. Sin embargo, la ciencia y la historia se atreven hoy a explorar opciones alternas, que cambiarían la percepción de hombre odiado y lo hace ver como un fiel colaborador con lo predestinado.
“Judas no traicionó a Jesús. Judas conocía la verdad como Jesús quería que fuera comunicada”, tomado de El Evangelio de Judas, publicado por Natgeo, basado en un documento hallado que data del siglo II d.C.
Si bien el histórico juicio a Jesús fue una falta a todas las garantías, por violación del debido proceso, testigos mendaces y decisiones preconcebidas antes del debate probatorio, el acto de entrega que protagoniza Judas tiene otras implicaciones, que pueden ser analizadas desde el derecho.
Finalmente al nazareno lo enjuician por sedición, una acusación que lo ubica en una perspectiva de rebelde frente al statu quo de la época. Lo anterior en un contexto en el que el pueblo judío vive una época más más crítica y dramática, por el yugo romano. Urgían como nunca el anunciado liberador.
De otro lado, entre los judíos existían unas clases sociales que, por beneficio, se oponía de manera radical a las insurrecciones y por el contrario estaban al abrigo de Roma.
El Sanedrín, estamento en el que se gestó el juicio a Jesús, se propuso demostrar que el hijo del carpintero blasfemaba contra la Ley mosaica, pero como Roma les tenía prohibido imponer penas de muerte, recurrió al señalamiento de conspirador contra el imperio para obtener la crucifixión.
El acto final de Judas, el beso con el que entrega a su Maestro, supone para algunos la materialización de su afán de lucro y para otros una demostración de amor, para ayudar a Jesús a dar su vida y cumplir el plan divino.
Opiniones e interpretaciones al respecto ofrecen abogados penalistas de Manizales consultados por este medio, de donde se deduce que Judas no requería un defensor porque se movió en el ámbito de la ley imperativa del momento, para cubrir su propio delito.
Por último, valga citar al fallecido poeta riosuceño Carlos Héctor Trejos, quien va más allá y se deja llevar por una férrea defensa de Judas, como cumplidor de su destino y en consecuencia el que hizo el mayor sacrificio.
Por: Germán Sarasty Quintero*
Los cargos contra Jesús eran por el delito de sedición y otro por blasfemia y el Sanedrín no podía encontrar testimonios sólidos para poderle juzgar y condenar a muerte y quienes querían apresarle no lo conocían, por lo cual Iscariote, llegó a una negociación puramente económica, con el Sanedrín para entregar a Jesús: treinta denarios. Sin que se tenga conocimiento de algún otro “beneficio” que le hayan ofrecido.
Desde el punto de vista jurídico penal, Iscariote era un latrocinador, tesorero del colegio apostólico que acostumbraba el hurto continuado de los fondos comunes que Jesús y lo apóstoles tenían, el actuar traidor a su Maestro, podría asemejarse a la actual figura del “principio de oportunidad” donde la Fiscalía puede renunciar a la persecución penal de un acusado, entre otros motivos por la atestación contra otros investigados y colaboración eficaz con la justicia.
En en ese entonces Judas condujo a los soldados donde se encontraba Jesús y la señal para identificarlo sería el besarle lo cual hace más oprobiosa la traición y solo hasta allí sería su “colaboración”. Jesús fue condenado a muerte en cruz sin prueba alguna de que hubiese cometido delito como tal y el apóstol que lo traicionó, se suicidó tornándose imposible que sirviese de testigo ante el Sanedrín.
Esa particular situación sí que se torna bien interesante en nuestra actualidad, pero no frente a “Jesuses” que profesan el bien común y los valores humanos más nobles sino en el caso de siniestros y macabros personajes de la vida pública que traicionan como Judas los intereses de las mayorías y quienes por su desbordada codicia y ansias perpetuas de poder a cualquier costo cometen cualquier atrocidad y misteriosamente aquellos que podrían testificar contra estos; en muchas ocasiones se mueren, se suicidan, se enferman, se nombran o se extraditan.
*Abogado.
El abogado Jorge Eliécer Arias Ortegón, opina que Judas hizo lo que hace cualquier delator. “Nunca le conmutaron una pena porque no fue condenado, no tenía un problema jurídico”.
Como delator y cobrador de una recompensa recordó que en Caldas hubo un caso muy sonado como el caso de alias Rojas, de las Farc, cuando desertó del grupo con la mano de Iván Ríos, luego de asesinarlo.
“¿Qué hizo Judas? Solo dijo 'miren allí está, es él', y reclamó la plata, pero no aprovechó otra circunstancia jurídica como un principio de oportunidad. No dejó de ser un simple delator”.
Agregó que era una pieza necesaria de todo el engranaje, muy necesaria, para que se diera la crucifixión y todo lo demás. “Sin él no hubiese ocurrido ni crucifixión ni resurrección”.
Además, consideró que Judas acudió al establecimiento para señalar a alguien. “La recompensa ha existido toda la vida, por eso no es un traidor como tal sino que estaba dentro de la ley”, concluyó.
El abogado Juan Manuel Ríos Castaño describió la situación de Judas en un contexto histórico en el que prevalecía un sistema inquisitivo. “Ni siquiera había investigación o el que investigaba era el mismo que juzgaba. Considero que judas atendió lo podía ser hoy la justicia premial”.
En este sentido destaca que el discipulo se acogió a un principio de oportunidad. “Contó donde estaba a quien estaban investigando y logró que él mismo no fuera judicializado”.
El otro presupuesto es que esa colaboración fue efectiva, agregó, aún más tratándose de Jesús, que era considerado uno de los rebeldes más buscados.
Vengo a devolver las treinta monedas
que no he podido gastar en todo este tiempo.
Pero antes debo aclarar algunas cosas.
No fui aquel que enajenó al Supremo
fui sólo su médium, su conejillo de indias puente
para que alcanzara la gloria, según Él mismo decía
lo disponían las escrituras.
Ambos reconocimos en la playa
nuestros destinos en contravía,
pero decidimos callar lo fatal
que no nacía de nosotros sino
de los tercos designios de la altura
para que más tarde Él fuera el mártir
y yo el discípulo cuervo hambriento
en la vara de la cruz, esperando su muerte.
Sin mí –así no lo diga la biblia–
Él no hubiera podido llegar donde está ahora.
Al lado de su Padre que tanto añoraba
en los aposentos custodiados y carísimos del cielo.
No me parece tan grande su sacrificio.
Al fin logró su cometido, iba sobre seguro,
en cambio yo, sigo arrastrándome en la memoria de la humanidad
con la fama más oscura que pueda acompañar a la peor víbora.
Por mi parte, era en verdad el Maestro.
No tenía nada qué objetar a sus enseñanzas;
al contrario aprendí mucho de Él
y creo que de mí jamás le oí pronunciar un reproche,
pero la historia se encargaría de poner
la palabra traidor enseguida de mi nombre
y los caminos que tanto peregrinamos
se partieron sin remedio.
No es una apología la que hago para lavar mis manos
ya lo ha hecho otro y de nada le ha valido (conozco el ejemplo)
sólo he venido a devolver estas monedas que no me han servido,
ni siquiera para acallar a mis perseguidores,
porque aunque las malgaste siempre vuelven a mi zurrón.
Monedas que créanlo o no, pesan más que mi conciencia.
*Carlos Héctor Trejos (1969-1999).
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