MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
En el lenguaje de José Esteban Tapasco excombatiente de las Farc ya no hay palabras de guerra sino de paz. Ahora, en proceso de reincorporación con otros compañeros, decidieron compartir mercados con familias de víctimas del conflicto que viven en zona rural de Riosucio (Caldas).
José Esteban es el gerente de la Cooperativa Multiactiva Indígena para la Paz (Coomipaz), que conformaron hace 14 meses entre 20 excombatientes y 8 víctimas para desarrollar un proyecto piscícola en la finca La Pangola, del Resguardo Cañamomo Lomaprieta, entregada en comodato.
Las gracias se las dan a la Gobernación de Caldas, SENA, ONU, Universidad Nacional, alcaldías de Riosucio y Supía y Agencia para la Reintegración y la Normalización del Eje Cafetero (ARN), esta última que les ha ayudado a sanar heridas.
De corazón
El 24 de abril, el grupo de excombatientes recibió 28 mercados que les envió la ARN y que la Policía les hizo llegar hasta La Pangola, a una hora en carro de Riosucio. La decisión fue dejar la mitad y la otra distribuirla entre las víctimas, saben que hay dificultades en esta emergencia por el coronavirus.
“Hicimos un gesto humanitario que nos nació del corazón. Si nos llegan más ayudas seguiremos compartiendo con quienes la están pasando mal porque no están pudiendo llevar sus productos a la cabecera municipal”, explica José Esteban.
Claudia Patricia González, víctima y residente en la vereda Sipirra, señala que le sorprendió el gesto que tuvieron con las víctimas y que les sirvió para suplir parte de las necesidades. “Dios los bendiga a ellos. Esta es una muestra de que sí se puede hablar de paz y reconciliación, excombatientes y víctimas hemos puesto un grano de arena para construir la paz”.
En el pasado
José Esteban, que combatió con las Farc durante 19 años, cuenta que allí gozan de tranquilidad, luego de aceptar las estrategias que la ARN aplica para el encuentro y el perdón. “Inclusive ya ni se habla de que yo fui victimario y que la otra persona es víctima. Nos hablamos común y corriente”.
Sostiene que víctimas y comunidad han visto que los excombatientes son de carne y hueso, que no son extraterrestres como los pintaban sino personas con sentimientos, familia y necesidades.
“Nos mostraban mechudos, sucios, en una condición que causaba pavor; ahora se ve que se puede convivir, se puede dialogar y se puede tratar. Estamos empeñados en que solamente nuestra arma, después de la firma de los acuerdos de paz, es nuestra palabra. Continuar exaltando y levantando la bandera de paz”.
José Esteban también habla fraternalmente de quienes otrora fueron archienemigos. “Exalto la labor tan valiosa de la Policía Nacional, ahora los vemos como hermanos, igual al Ejército y a los vecinos de este municipio; ver lo que sucedió como algo en el pasado”.
Cambios
El esposo de Claudia Patricia no puede trabajar porque quedó con dos proyectiles en la cabeza, tras una incursión guerrillera. Era conductor. Sin embargo, el perdón le permitió a ella hasta estudiar con quienes formaron parte de la guerrilla que lo lesionó.
“Querer es poder y ellos -excombatientes- han tratado de hacer las cosas bien por sus familias, y nosotros como víctimas tratamos de apoyarlos para que no regresen a lo que hacían. Ellos han organizado mucho la vía para entrar a la finca, han realizado un trabajo muy importante, ya tienen otra visión para el futuro”, asegura Claudia Patricia.
Califica como un gesto muy bonito la entrega de los mercados y que hubieran tenido en cuenta a familias víctimas para compartirlos.
José Esteban completa diciendo que el proyecto de La Pangola lo han denominado semillero de construcción de tejido social porque con él iniciaron la reconciliación y la sanación del pasado. “Hemos sabido sortear muchas dificultades, y lo más hermoso es poder trabajar con las víctimas, como esencia de los acuerdos de paz”.
En un mes y medio esperan sacar la primera cosecha de tilapia roja, que piensan vender entre la comunidad al no poder desplazarse al pueblo. La pandemia está frenando los planes económicos, pero los ha hecho crecer como integrantes de una comunidad.
* La Agencia gestionó 28 apoyos alimentarios con el colectivo Querendona Cívica, de Pereira, para distribuirlos en el proyecto La Pangola.
* La ARN se articuló con la Unidad Policial para la Edificación de la Paz, que llevó los mercados desde Pereira hasta la finca La Pangola en Riosucio, Caldas.
* La Pangola cuenta con seis estanques para unas 8.500 tilapias. La ARN aporta $96 millones, pues a cada excombatiente le corresponden $8 millones por su proyecto productivo; la Gobernación donó el año pasado $65 millones en peces, alimento para los animales y material de infraestructura. Las alcaldías de Riosucio y Supía aportaron maquinaria y mano de obra para adecuar el terreno, la Misión de Naciones Unidas en Colombia donó 10 mil dólares y cooperación internacional $52 millones. La Universidad Nacional capacitó en mercadeo. El SENA también los capacitó.
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