
Sebastián Giraldo
LA PATRIA | Manizales
¿Qué hace un suizo, exmiembro del único ejército neutro del mundo, veterano de guerra en la desaparecida Yugoslavia y en El Salvador, explorador de cuevas, buzo y montañista, en un foro sobre turismo por la paz, en Villamaría (Caldas)?
Se llama Jesús Fernández Auderset y habló del turismo como una manera de resocializar a los guerrilleros desmovilizados.
Nació en el occidente de Suiza, en la ciudad de Friburgo. A los 14 años un vecino lo inició en la espeleología: el arte, la ciencia o lo que fuere que consiste en auscultar cuevas y escondrijos subterráneos.
También le enseñó submarinismo y lo llevó a escalar montañas. Ese anciano se llama Gerardo Domon y sigue viviendo en Suiza. En ocasiones llama a Colombia para saludar a su antiguo pupilo.
A los 18 años, Jesús se fue al servicio militar obligatorio. El Ejército suizo es una milicia, a diferencia de las fuerzas armadas tradicionales, lo que quiere decir que apenas está compuesto por un cinco por ciento de soldados profesionales. El resto son civiles con doble vida. Por un lado, como citadinos, son carpinteros, albañiles, médicos, artistas o panaderos y, por el otro, son militares que entrenan tácticas de supervivencia, manejan armas y son soldados disciplinados.
Con el fusil
En su país, las personas que prestan el servicio pueden llevar el fusil con municiones y la famosa navaja suiza a sus casas. La medida ha sido muy criticada, en especial porque Suiza es un país con alta tasa de suicidios.
"Tener armas en la casa puede parecer peligroso”, dice Jesús... “pero es la educación la que determina si un arma es un riesgo. Puedes tener un fusil en la mesa, pero si tu casa y tu familia están llenas de amor, el arma no es más peligrosa que un bolígrafo".
Relaciona el hecho con nuestro país: “Quizá esa sea una diferencia clave con Colombia. Entrenamos como militares, pero no estamos en guerra. Eso da tiempo de madurar como soldados y aprender a usar el poder bélico con responsabilidad. Un joven colombiano entrena unos meses y luego tiene que ir a matar gente. Por eso, personas inescrupulosas del gobierno pueden convertirlos en máquinas asesinas".
Por los Balcanes
Luego de entrenarse, Jesús partió hacia los Balcanes para trabajar como escolta de periodistas. Allí vio las consecuencias de una guerra en la que no se sabía cuál era el enemigo. Además de las hordas de civiles que se mataban entre sí, había militares corruptos, guerrilleros y traficantes de armas que se beneficiaban del baño de sangre.
"Recuerdo que hacer un cruce en la calle era jugarse la vida. Era muy normal que mujeres y niños murieran llenos de agujeros de bala por intentar cruzar la calle. Había un carro de combate en cada cruce”.
Los niños, o las señoras caminaban agachados, ocultándose al lado de un carro en movimiento, intentando evitar las balas de los francotiradores. “Para las personas de Yugoslavia era como ir a comprar el pan en las mañanas. En realidad era jugar una lotería con tu vida".
Volvió a Suiza y duró cuatro años como decorador de interiores, lo que estudió en la universidad. Después se fue a El Salvador (también a escoltar reporteros en otra guerra civil). Allá estuvo un año y presenció el fin del conflicto, incluso estuvo en el desarme de un frente rebelde.
Piensa que el desarme fue abrupto y doloroso. "Solo imagina que has combatido mucho tiempo, has visto a tus amigos morir, has estado a punto de morir, y de pronto te dicen todo acabó, que hay que entregar las armas y a casa. Cuando volví a Suiza tuve momentos de depresión en los que lloraba al recordar cosas horribles”.
Cree que no hubo resocialización en el conflicto salvadoreño. Por eso, dice que las oportunidades de trabajo y sueldo, de ser atendidos por psiquiatras y médicos son claves para que los miembros de Las Farc no retomen las armas.
Rumbo a la guerra
Lo que más recuerda de El Salvador son las fiestas de Navidad. La gente celebraba en los barrios, Jesús iba desde un helicóptero veía lucecitas que alumbraban las casas, juegos pirotécnicos. El viajaba con un grupo de soldados pensando que iba directo a la guerra, en donde era probable que matara a alguien, mientras aquellos que veía desde arriba pasaría Navidad en paz.
En las cuevas
Vino a Colombia por recomendación de amigos de Bucaramanga que estaban en El Salvador. Recorrió zonas que por la guerra eran inaccesibles. Usó los conocimientos y halló cuevas que nadie conocía. Así montó su empresa de turismo espeleológico.
Recordó que a veces se cruzaba con guerrilleros vestidos de civil. "Llegué a conversar con ellos. Incluso tocamos temas políticos. La situación de los campesinos era muy mala y uno podía entender por qué se metían a esos grupos subversivos".
En el foro de turismo y paz de Villamaría mostró fotos que parecían ilustraciones del Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne. Pero no, eran cuevas colombianas. Concluyó: "Cuando se terminó el conflicto en El Salvador y tuve que volver a mi país, me convertí en un desmovilizado más. Soy un desmovilizado".
De Mincomercio
El proceso de paz llega con avances en turismo. Uno es el plan para acceso de población vulnerable a sitios turísticos. Otro son las Normas Técnicas de Calidad para diferenciar servicios con mejor desempeño. Y el de seguridad y convivencia con apoyo de la Policía de Turismo, cuyo pie de fuerza pasará este año de 613 a 913 y en el 2017 a 1.300. “Son un beneficio inmediato que trae la paz y aporte a la competitividad en los destinos en el país”, dijo la ministra de Comercio, Industria y Turismo, María Claudia Lacouture.
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