LA PATRIA | Manizales
“Mami, ¿por qué Dios me da tantas cosas lindas y yo tan feíto?”, le preguntaba el agente de la Policía Hernando de Jesús Rivera Suárez a su esposa, Rocío Ocampo, antes de dormir. En la cama de la pieza que arrendó en Arboleda, corregimiento de Pensilvania, le hablaba de lo mucho que la quería y de sus temores. Ella lo visitaba y lo escuchaba decir: “Los guerrilleros están alborotados. Si pasa algo, me niega. Piense en sobrevivir con Camilo”, le advertía sobre el niño indígena que adoptaron.
El Agente Hernando de Jesús Rivera muriò a los 35 años.
La certeza de que podía partir antes de tiempo no le impedía soñar con un supermercado en un lote suyo en Arauca (Palestina), su pueblo natal. “Ahí trabajamos cuando me jubile y le pagamos el estudio a Camilo”. Cuando era niño lo ilusionaba ser de las Fuerzas Armadas. “Quería servir a la comunidad. Bendito Dios, allí lo sorprendió la muerte, atendiendo a los otros”, cuenta su hermano Jorge Hernán Rivera.
Bromista desde pequeño, Jorge se remonta a una mañana soleada a la orilla del río Cauca cuando tenía 7 años. “Estábamos en la finca. El río me daba pavor y mis hermanos ya sabían nadar. Me hice al lado de mi mamá y Hernando me metió al agua. Yo gritaba desesperado”, recuerda entre risas.
El primero, de izquierda a derecha.
Hasta la habitación en donde Rocío y Hernando tenían conversaciones de almohada llegó Jorge, un día después de la toma de Arboleda. “Ya se lo habían llevado en helicóptero. Fui a la pieza y recogí sus pertenencias”. Entre ellas estaba el televisor en el que disfrutaba ver Cobra, con Sylvester Stallone haciendo de policía.
No le faltaba firmeza. Su hermano menor, Carlos Felipe, le agradece que lo desviara del mal camino. “Un primo le pidió a mi mamá que le guardara 300 mil pesos. Ella los metió en una virgen y me los fui robando. Le contó a Hernando y me dio una patada en la espalda que nunca olvidaré. Hasta me hizo trabajar para pagar el dinero. Si no fuera por eso, hoy sería un ladrón”.
Fue carabinero en su juventud.
“¿Y él por qué me da tantas cosas lindas y yo tan feíta?”, le respondía Rocío, en una muestra del afecto que también compartían por las calles de Arauca cuando Hernando le daba vueltas en su moto DT, encartada con un portacomidas que desocupaban en alguna parte del pueblo. “Era tan bonita persona que Dios se lo llevó porque necesita angelitos”, le decía su abuelita Ana Dolores, el mismo Dios que les dio tantas cosas
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