
Julián García
LA PATRIA | Chinchiná
La mayoría de los habitantes de la calle de Chinchiná no usa tapabocas y tampoco se asea las manos, poca atención prestan a las noticias, viven el día a día sin ningún temor; quizás la manera de sobrevivir los ha mantenido alejados del covid-19.
Hasta hace 15 días un grupo de estas personas se paraba a pedir limosna en los alrededores de la Estación del Tren San Francisco o en el Parque de Bolívar, contraviniendo el toque de queda. La Policía los obligó a abandonar los sitios.
Una afectada por la pandemia es Cecilia Quintero Vargas, lloró porque no tenía que comer. Tiene 72 años y sufre problemas respiratorios, contó que su compañero sentimental le pegaba y por eso la abandonó.
Trabajó por más de 30 años en las fincas de la región, cogiendo café y ayudando a cocinar. Ahora no la contratan por vieja.
Arrienda una habitación en las galerías de Chinchiná, por la que paga $20 mil semanal. “Eso del toque es de ricos, a los de a pie nos toca el rebusque”, comentó.
Estuvo más de una hora sentada en una banca del parque, la Policía pasaba, la miraba y no le decía nada. Los mayores de 70 años tienen restricción de movilidad las 24 horas y solo les permiten salir por casos extremos.
Dramas callejeros
Cristian Andrés Urrea es de Cartago (Valle) y en septiembre pasado llegó a Chinchiná a recolectar café, terminó la cosecha y pasó a dormir en los andenes del centro de Chinchiná, usó cartones y costales para tapar su cuerpo del frio.
Toda la semana pasada debió pernoctar al aire libre alrededor del estadero La Roca, en la vía a Manizales. No le permitió seguir ocupando los andenes del centro de Chinchiná. “A veces paso el día con una tostada y un tinto, en otras ocasiones, con nada”, comentó.
La gran mayoría de estos seres humanos está consumida por las drogas, muchos son jóvenes entre los 18 o 20 años y aparentan tener de 40 o 50 años, miran rayado, con ojos vidriosos y piel arrugada.
Samuel Antonio Pérez, de 65 años, deambula en una bicicleta amarilla en la que carga las cobijas, la ropa y algunos implementos de aseo. Lleva puesto un saco, un chaleco y una gorra. “Pensé irme donde un familiar a Armenia, las carreteras están cerradas”, dijo.
El viernes pasado albergaron en el Estadio Verdún a varios de estos habitantes, les brindan alimentación y hospedaje, algunos continúan calle arriba y abajo viendo a ver quién les ayuda.
El dato
En el Estadio Verdún habían hospedados a 60 habitantes de calle hasta el pasado fin de semana.
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