Julián García
LA PATRIA|CHINCHINÁ
En la entrada de la vereda turística el Alto de La Mina de Chinchiná hay una señal azul con el símbolo de una silla de ruedas que indica la presencia de rampas de acceso para discapacitados.
César Augusto Gómez Hernández, quien quedó parapléjico luego de un atentado, adecuó su Hacienda Sinaí que sirve de hospedaje para los visitantes, y otros lugares para que las personas con limitaciones se movilicen con facilidad.
El expiloto de la Fuerza Aérea y guía turístico acompaña a los visitantes a recorrer la vereda y lo hace en una silla de ruedas eléctrica. “ Desde hace 12 años comencé con la tarea. Los adultos mayores van solos a la tienda y hacen vida social”, cuenta con beneplácito.
Recuerda que en una ocasión quiso entrar a la discoteca Sabor Latino del caserío, pero no pudo hacerlo por su propia cuenta. “Al día siguiente me di a la tarea de adecuar la entrada. Pongo los materiales y la mano de obra. Organicé los andenes de unas casas y el acceso a la tienda. Puedo entrar a comprar el mercado con facilidad”, contó.
El Alto de La Mina es quizás de las pocas zonas rurales en Caldas con este modelo implementado. En total ajusta 13 rampas para la movilización. Los pequeños desniveles de cemento que hay entre los andenes y la calle principal es la mayor dificultad que enfrentan este grupo de personas.
Ejemplo
La Capilla de La Misericordia cuenta con dos nuevas rampas usadas por 12 fieles que caminan con la ayuda de bastones, caminadores o en silla de ruedas. La escuela de La Mina, es otro de los espacios con la adaptación, pese a que no hay estudiantes en situación de discapacidad. “Nunca pensamos en el mañana. Hay que tomar conciencia de ello”, dijo César.
Héctor Cárdenas y su hermana Aleida, integran el proyecto. A Héctor le amputaron sus dos piernas debido a la mala circulación. La silla de ruedas en la que se transporta fue un regalo de César. Aleida, mientras tanto se apoya en un bastón. Ambos visitan a diario la tienda y recorren cinco cuadras. “Antes ni podía salir. Las rampas han mejorado mucho nuestras vidas”, advirtió Héctor.
Diego María Giraldo y su hijo Diego Andrés, quien permanece en silla de ruedas, están pensando en radicarse en la vereda.“Queremos vivir aquí por las facilidades que tiene el niño para movilizarse. Los pueblos necesitan rampas. Hay que pensar más en esta población”.
La meta de César es ubicar a la vereda como ejemplo de inclusión en Colombia. “Conseguimos que arreglaran las fachadas de las casas, tenemos un paisaje muy bonito. Hay que pensar en el turismo para las personas con limitaciones físicas, que gente como nosotros pueda venir con todas las comodidades”.
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