Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
La obra de Gabo es una magistral clase de geografía y a la vez un fabuloso sistema de transporte. En su mundo imaginario y real se puede recorrer el quebrado mapa nacional a lomo de mula, asediado de mosquitos y a expensas de alguna guerra civil. O se puede ver a Cartagena desde un globo aerostático, devastada por el cólera a principios del Siglo XX.
En todas esas vueltas por el mundo, muchas veces con Macondo como el centro y el punto de partida de todo, de un momento a otro se puede llegar a las parrandas eternas con acordeoneros en Valledupar, o a la fría Santa Fe, como le dijeron a Bogotá por mucho tiempo los caribeños.
Y en ese ir y venir, en ese juego de empacar y desempacar maletas, aparece La Dorada, en quizá uno de los capítulos más románticos y felices de las narraciones del Nobel, muerto el 17 de abril pasado.
Justo en el final de El amor en los tiempos del cólera los protagonistas, Florentino Ariza y Fermina Daza, viven el romance que no pudieron concretar cuando él se enamoró, 50 años atrás, de la entonces colegiala.
Ambos, ya superados los 70 años de edad, llegan por el río Magdalena y procedentes de Cartagena al puerto caldense en el rebautizado buque Nueva Fidelidad.
A comienzos del siglo pasado La Dorada era centro del transporte en Colombia, como lo quiere ser ahora. Allí llegaban el tren y el barco, que comunicaban a Bogotá con el caribe, y viceversa. Por eso, en el libro es inicialmente el final del viaje, donde se alimenta la pasión de Florentina y Fermina.
Caminos cruzados
El realismo mágico de Gabo, plasmado en esta obra, contiene un itinerario variado y cambiante. Fonseca, Valledupar, la Guajira, Magangué, Riohacha, Ciénaga, María la Baja, San Jacinto, La Guaira, Curazao, París, Envigado, Barcelona, Villa de Leyva, Santa Fe, Mompox, Calamar, Caracolí, Tamalameque.
¿Estuvo Gabo alguna vez en La Dorada? Algunos dicen que sí y que inclusive estuvo sentado en algún negocio. Para otros, lo verdadero es que tuvo que pasar por el puerto cuando sus padres lo enviaron a terminar el bachillerato a Zipaquirá.
Lo que sea, La Dorada es el corazón de Colombia y de parte de la novela, escrita en 1985, y que Gabo considera como la mejor de su carrera. Con ella pone a suspirar a millones de lectores por amores imposibles, amores pasajeros y sobre todo por amores perseverantes, capaces de superar cinco décadas de espera.
Eternos
En plena juventud Florentino Ariza, trabajador de correos, vio a Fermina Daza en el patio de su casa. Quedó encantado con ella y la empezó a buscar en cada rincón de La Manga, sector de Cartagena. La historia trascurre a comienzos del Siglo XX. Sostienen un coqueteo con miradas y cartas. Para separarla de ese capricho a ella la manda su padre a un viaje a Valledupar. Al regreso ella se desencanta de Florentino. Se casa con Juvenal Uberdino, médico de buena familia. El matrimonio dura casi medio siglo, pero Florentino juró amor eterno por Fermina y esperó todo el tiempo, entre amores de un día, de meses. También se juró ser un hombre digno del apreciado de ella, consiguió ser el presidente de la Compañía Fluvial del Caribe. Muerto Juvenal el envejecido Florentino ve la oportunidad de recuperar a Fermina. Ella le permite acercarse y le acepta un viaje por el Magdalena.
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