LA PATRIA | CHINCHINÁ
Fue en Palestina (Caldas) donde nació el amor entre William Cardona Vargas y Claudia Patricia Zapata Zuluaga.
A él, subintendente de Policía, lo enviaron al municipio en unas fiestas y Claudia, que vivía en Santa Rosa de Cabal, estaba de visita.
En la plaza del pueblo, los ojos de William se fijaron en los de Claudia. “Eran verdes e iluminaban su rostro, que tenía unas cuantas pecas que me flecharon”. Así empezó un amor, dice William, que solo separó la muerte, el 29 de julio del 2000, en la toma de Arboleda.
Claudia, de 25 años, fue uno de los tres civiles muertos en el ataque. “Era alegre, recursiva y de temperamento fuerte. Soñaba con un hogar sólido, lleno de hijos y de amor. Quería verme jubilado de la Policía. Tampoco se logró”, comenta.
El último beso
Fueron cuatro años juntos, aunque separados por el trabajo de William. Ella en Santa Rosa de Cabal y él viajando para verla, aunque el último año, fue ella quien más lo visitó, como sucedió ocho días antes de la toma.
Vivían a media cuadra de la Estación de Policía. La noche anterior a la muerte de Claudia, el subintendente estuvo de turno, por eso llegó a las 7.00 a.m. a su hogar. Se arruncharon, pero los despertó el ruido de las balas, producto del ataque de las Farc.
No hubo tiempo para hablar. William selló con un beso su despedida y una recomendación: “escóndase en el baño, es el mejor lugar”.
Se derrumbó
El martes, cuatro días después, William supo de Claudia. En la Clínica de la Policía en Manizales, personal de la Sijín le comentó que encontraron el cuerpo de una mujer con las características de su esposa.
“Ese sábado el destino estaba marcado. Salí de la casa disparando para donde estaba la guerrilla, que a las 2:00 de la tarde empezó a arrojar cilindros bomba. Caían por doquier, esto derrumbó la casa. Eso fue lo que la mató, lo que la incineró”, comenta.
William pensó que ella saldría con los civiles durante el cese al fuego que demoró 20 minutos. “Una profesora la convidó y ella se negó. Tal vez se llenó de terror”.
De esta unión no quedaron hijos propios, pero sí uno de una relación anterior de Claudia, que luego de su muerte quedó en manos de los abuelos maternos. “Gracias a Dios el niño no estaba con ella, sino la tragedia hubiera sido más grande”, concluye.
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