LA PATRIA | Manizales
El niño de nueve años está sentado en un andén del centro de Samaná. Está cansado y aburrido, pues pasó todo el día buscando cómo ganarse unos pesos. "Qué te pasa, hijo?", le pregunta su mamá. "Pues que nadie me quiso dar trabajo para ayudarle", le responde.
Al recordar ese momento, ocurrido a finales de 1980, a Martha Benjumea se le arruga el alma. En ese entonces acababa de enviudar y solo estaban ella y su único hijo, Carlos Humberto Castro Benjumea. "Él siempre tuvo una mentalidad muy buena".
Hijo de Martha y José Elí Castro Castro, el samaneño nacido el 27 de mayo de 1971 siempre tuvo muy claro sus deberes y responsabilidades. Como todo niño fue travieso e inquieto, pero una vez murió su padre entendió que debía apoyar y ayudarle a su mamá. "Se la rebuscaba haciendo mandados, vendiendo cositas... hacía de todo, pues eramos él y yo".
La casa de doña Martha, en el barrio Campohermoso de Manizales, huele a avena fresca. Todo está limpio, organizado y en la pequeña sala hay dos muebles esquineros, donde tiene fotos de su hijo con el uniforme de la Policía. Para ella no es fácil hablar de él, sobre todo por esta fecha, cuando se conmemoran los 16 años de la toma de los frentes 9 y 47 de las Farc a Arboleda. Ataque en el que murió su hijo junto a otros 12 uniformados.
Alba Alicia Ocampo, líder del grupo de las familias de las víctimas, le perdió la pista a esta mujer. Los familiares de los otros policías caídos tampoco saben de ella. Lo mismo sucede con los sobrevivientes del ataque. Doña Martha decidió hace un tiempo distanciarse de todo eso para sanarse.
De su muchacho recuerda que era de buen sentido del humor, le gustaba el jugo de guayaba y las artes escénicas. "Le llamaba la atención el teatro, aunque nunca actuó en nada. Ni en las obras del colegio". Además, por encima de la vena artística estaba el deber, y la Policía era su nicho.
Una vez se graduó del Instituto Universitario de Manizales en 1995, Carlos Humberto se puso el uniforme con el objetivo de hacer carrera en la Institución. Fueron cuatro años y medio como patrullero, volteando por todo el país en momentos en que la lucha contra la guerrilla era cruel.
"Amaba su profesión, pero era muy discreto con sus labores. Creo que tenía que ver con algo relacionado a comunicaciones, pero cuando le preguntaba sobre su trabajo me respondía: 'mamá, no sea chismosita'", cuenta doña Martha.
De Mitú (Vaupés) enviaron al policía de regreso a su tierra. Patrulló en Manzanares, Marulanda, San Lorenzo y finalmente Arboleda. El día del ataque, el 29 de julio de 2000, Castro Benjumea debía partir a una nueva asignación a Marquetalia.
"Nunca me dijo nada de la guerrilla; si tenía miedo o no. Para donde lo mandaran, iba. Era su deber", menciona la mamá, mientras recuerda a ese hijo que desde muy pequeño asumió la responsabilidad de ser el hombre de la casa.
Al poco tiempo de enviudar, doña Martha Benjumea y su único hijo dejaron su hogar en Samaná y se fueron a vivir a Manizales.
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