RICHARD AGUIRRE
LA PATRIA | ARMERO (TOLIMA)
El silencio, la nostalgia y la solemnidad con la que se llega a Armero se rompen con las voces de los vendedores ambulantes que acaparan a los visitantes.
Así es la relativa rutina que se vive allí, que para la época del aniversario se reactiva y el comercio informal se hace su agosto. Luis Eduardo Quintero recorre las ruinas en su bicicleta con una nevera de icopor. En su interior lleva gaseosas y agua. En sus manos sostiene los videos que reviven las huellas abiertas que dejó la avalancha.
Sostiene que los domingos son días de movimiento, sobre todo por esta época. Armero está lleno de ventas ambulantes, jugos de caña de azúcar, granizados, elementos religiosos y fotos de la tragedia.
Pese a que regularmente van turistas, Luis Eduardo sostiene que ya no es como antes, sus películas de $12 mil ya no salen con facilidad. "Hace cinco años me vendía hasta 12 videos en un día, pero ahora no paso de tres", cuestiona. Recuerda que tenía 22 años cuando pasó la tragedia. Murieron cuatro familiares suyos. Para él, su negocio es una manera de mantener vivos los recuerdos y la historia de su pueblo.
Recuerdos
Pedro José Sáenz lleva un buso manga larga a rayas, yin, sombrero y botas. Él sobrevivió a la tragedia de hace 30 años en Armero, luego de la erupción y posterior avalancha que produjo el volcán Nevado del Ruiz. Tenía 17 años. Durante el diálogo mueve de un lado para otro su pie izquierdo, como intentando recordar ese miércoles. Se lleva las manos a su cabeza y recuerda: "ese día, como a las 4:00 de la tarde estaba con unos compañeros en el parque, se sintió la ceniza, pero nadie dijo nada. Parecía normal", explica.
Para él la tragedia es muestra de la inoperancia del Estado, porque nunca se informó lo que podía pasar ni los alcances que podría dejar una erupción. "Que digan que nos avisaron es mentira. En ese momento nadie avisó ni dio la orden de desalojar el pueblo", recuerda.
Pese a las lágrimas y miles de muertes, Sáenz señala que de esto hubo un aprendizaje, pues considera que los humanos son muy apegados a las cosas materiales, pero ese día lo único que importó fue preservar la vida. "Esa noche sentimos que existe un Dios. En el momento que usted ve morir a un hermano o a un amigo, todo tipo de cosas materiales pasan a un segundo plano y uno se vuelve más espiritual", relata.
Él salió de Armero y estudió ingeniería mecánica en la Universidad Nacional de Bogotá, volvió a la población tolimense luego de 27 años, porque antes no tuvo las fuerzas para volver a recorrer las ruinas y necesitaba hacer duelo de lo que él y su familia vivieron.
Bienal en prevención
En Mariquita, durante el pasado fin de semana se realizó la tercera Bienal de niños, niñas y jóvenes viviendo en zonas de riesgo volcánico. De acuerdo con Martha Lucía Calvache, directora de amenazas volcánicas del Servicio Geológico Colombiano, la idea es fortalecer la prevención en las áreas de influencia de los volcanes del país.
Recalcó que la meta es que no ocurran tragedias similares a la de Armero, pues no se puede detener el poder de la naturaleza, pero sí se pueden minimizar sus impactos. "Trabajamos con los niños, porque son quienes pueden llevar el mensaje a los hogares y son quienes van a convivir con los volcanes".
Con ella está de acuerdo Luis Ermiso Quinto, indígena de Páez (Cauca), quien señala que, a pesar de las cerca de mil 500 muertes que produjo la avalancha del nevado del Huila en 1994, el impacto fue menor gracias a la prevención y conocimiento que se da en las zonas de influencia volcánica. "La naturaleza es sabia y nos comenta lo que está haciendo, nosotros como humanos debemos interpretarla", sostiene.
Un angelito
Para Pedro José Sáenz, sobreviviente de la tragedia, Omaira Sánchez, quien se convirtió en un símbolo del hecho, es un ángel que desde el cielo mira lo que pasa en el mundo. Él y su esposa visitaron la tumba de la niña que falleció luego de tres días de angustia, con el agua hasta el cuello. "Ella murió ahí, pero la avalancha la desplazó unos 50 metros de su casa. Era una niña inocente. No sé si haga milagros, pero para mi es un angelito", explicó Pedro.
¿Qué representa Armero?
* Jaime Rivera, Ibagué
Una catástrofe. Representa negligencia, porque las autoridades sabían lo que iba a pasar.
* Alejandro Villalba, Ibagué
Recuerdos. Viví muchas épocas aquí, antes y después de la avalancha. Es muy triste volver, porque se renuevan las emociones.
* Amparo Cárdenas, Ibagué
Dolor y nostalgia. Aquí veníamos mucho con la familia.
* Edilberto Duarte, Ibagué
Representa la vida. Aquí quedó. Vengo cada vez que puedo.
* Julio César Guzmán, Ibagué
Un desastre conmovedor, a pesar de los años. Se le viene a uno la cabeza cómo era antes el pueblo y lo que es ahora.
Las ruinas de las casas y hasta los árboles están marcados o tienen mensajes para encontrar a familiares o amigos desaparecidos durante la tragedia.
Conocen la tragedia
30 años después de que la avalancha, provocada por la erupción de Ruiz, sepultó a Armero, sus ruinas se convierten en un sitio de turismo cultural. Tomás Ruiz y Felipe Ayala viajaron desde Bogotá con sus familias, y se acercaron a la estatua del Papa Juan Pablo II y la cruz, símbolos del lugar.
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