TATIANA GUERRERO Y LAURA CARDONA
LA PATRIA | MANIZALES
Hernando Cruzancho se terminó de comer un helado de salpicón y empezó el recorrido en su marranita: una carroza pequeña con seis balineras impulsada por una moto, que recorre hasta 6 kilómetros de rieles del viejo Ferrocarril. Se alejó con cuatro pasajeros del casco urbano del corregimiento de Arauca, en Palestina, a una hora y 14 minutos de Manizales, y penetró en la vegetación simétrica, el aire se hizo más húmedo y se disminuyó un poco la sensación de calor. Las llantas que rechinaban contra los rieles y el cauce del río Cauca ensordecían.
En el estrecho camino, que conduce a la vereda Las Bastillas, hay casas de bahareque o de ladrillo rojo, con amplios corredores, que acogen perros y gatos que se adormecen bajo la generosa sombra. Algunas residencias tienen bancas, mesas en las terrazas y ventiladores. Eran las 10: 54 a.m. y el corregimiento estaba a 22 grados Celsius, pero aún no había empezado el calor. Los más viejos se lo achacaban a la lluvia que cayó la noche anterior y que refrescó un poco a la población.
Escapa
Cruzancho es afortunado, su trabajo en su marranita es la excusa perfecta para escapar de las altas temperaturas del casco urbano, donde es común ver a sus habitantes descubiertos, con camisas de mangas cortas, esqueletos y bandadas de muchachas con pantalones que no llegan hasta las rodillas.
Una hora después el sol era aplastante y la temperatura alcanzaba los 29 grados, 10 menos que lo que se ha llegado a registrar en los últimos días, según el Cuerpo de Bomberos. Esa temperatura hace que los zapatos de goma se derritan produciendo un hormigueo en los pies y que las camisas incomoden, como lo describe el lustrador Luis Arturo Giraldo.
A un lado de la carrilera, Cruzancho saluda a una mujer que baña a sus tres hijos en una piscina inflable y con chorros de agua que salen de una manguera intenta detener el llanto de sus pequeños y evitar las alergias que produce normalmente el calor en esta zona.
A unos metros se encuentra Diógenes Antonio Muñera, solo lo cubre un poncho y pasa la mayor parte del día sin camisa. Manifiesta que el techo de su casa es de cinc y el sofoco hace que en ocasiones duerma debajo de la cama para sentir la frescura del suelo.
El recorrido de Cruzancho culminó en el puente colgante que atraviesa el Cauca. Eran las 12:00 m. y la temperatura se mantenía, las gotas de sudor recorrían el rostro del campesino Ángel Acosta Díaz, que llevaba en su espalda un bulto de limones. Sus 10 hijos y esposa le seguían en su travesía.
Ángel ya está acostumbrado al clima y por eso lucía una camiseta roja manga larga para protegerse de los mosquitos. Asegura que en estos días no se han presentado incendios forestales, que en el pasado afectaron sus cultivos de naranja y lo obligó a recoger baldados de agua del río mientras los bomberos llegaban a detener las conflagraciones.
Como hasta allí lo trajo el río, Cruzancho cambia el sentido de su vehículo y se desplaza nuevamente hasta el casco urbano. Se acerca al sopor, ese que le quita el hambre a María Carmen Arango, cuando hace arepas; que les aumenta las tarifas de agua y luz, que quema los plátanos antes de que crezcan, que obliga a los bomberos a quitarse los uniformes, ese mismo que le permite al pescador Luis Enrique Mejía atrapar pescados como el corroncho, que son imposibles de pescar en invierno.
En Arauca también hay calor humano
Michael González siente calor desde las 7 a.m. A esa hora corta leña en el caserío donde vive y la transporta en las marranitas. González se monta junto a la carga y se empuja con una rama de bambú. Entrega a las 10 a.m. la primera carga en la casa de su familia benefactora, personas que lo acogieron hace un año cuando estuvo a punto de ser deportado a su país natal: Venezuela.
Su travesía en Colombia inició a mediados del 2018. En su recorrido pasó por los municipios de Berlín, San Gil y Bucaramanga (Santander) llegó a Bogotá, a Armenia (Quindío) y Santa Rosa de Cabal (Risaralda). Durmió en parques, comió lo que le daban y trabajó cada vez que tenía oportunidad. En la carretera otros inmigrantes buscaron fincas cafeteras para trabajar, él se unió y en el camino terminó en Arauca, Palestina.
"Acá estaban deportando. Yo estaba en el parque y le pedí a una familia que me ayudara. Ellos dijeron: "Hagámonos responsables a ver cómo nos sale. Ya llevo un año con ellos".
Récord
El corregimiento de Arauca, en Palestina, alcanzó a registrar 48 grados Celsius en el febrero del 2018. Fue catalogada como la más alta del país.
De acuerdo con el Cuerpo de Bomberos de la zona, en los últimos días se ha mantenido entre los 35 grados y 38 grados, por lo que no se ha presentado incendios forestales de gran magnitud.
Juan Felipe Castro, vendedor de carnes
El calor afecta la durabilidad de la carne, ya no tiene la misma consistencia y se invierte más luz para refrigerar los productos.
Luz Tapasco, vendedora
Los días son bochornosos. Desde que uno se levanta hace calor y la gente busca tomar cerveza.
Rubén Darío Benítez, vendedor de frutas y verduras
El calor seca las frutas y verduras. Las que más se afectan son la cebolla, el cilantro, la naranja, la papaya. La zanahoria duraba fresca ocho días, ahora dura cuatro días.
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