LAURA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
La nueva edición de Florencia: una historia para contar tendrá un nuevo capítulo, el de la violencia. El lanzamiento de la primera edición fue para el centenario de este corregimiento de Samaná, el 19 de agosto de 1995. Seis meses después una toma marcará los relatos de sus habitantes.
Los hermanos Bernardo y Ancízar Rivera agregarán los testimonios de víctimas de la violencia armada en dos tomas guerrilleras: una en 1996 y otra en 1999. El 21 de febrero se ajustaron 25 años de la toma de 1996 que durante seis horas aterró a sus habitantes y atrincheró a cuatro policías.
Este hecho fue el comienzo de la vida policial para Elkin Lloreda, tenía 18 años y estaba recién egresado del colegio cuando esa noche del miércoles de ceniza asumía la guardia del cuartel. Su voz atravesará este informe con el propósito de recordar lo que vivieron él, Santiago Calderón, Mauricio Zuluaga (qepd) y Gómez:
“El pueblo era muy tranquilo y la gente decía que allá no se metía la guerrilla, pero a las 9:45 p.m. sentimos un rafagazo. De confiado me asomé y me volaron los vidrios de la ventana. Luego sonó una sirena de bomberos: Policías, esto es una toma. Somos del Frente 9 y 47 de las Farc. Entréguense que les vamos a respetar la vida”.
Bernardo Rivera, exrector de la Universidad de Caldas y oriundo de Florencia, comenta que después de la celebración del centenario en las paredes de algunas casas ya estaban rayadas con frases alusivas a la guerrilla de las Farc.
Asegura que este ataque violento obedece a la cercanía con la Hidroeléctrica Miel I, la crisis del café y el azote de la roya. “En 1998 se inicia la construcción de esta represa en Norcasia (a 30 kilómetros de Florencia). Era la crisis cafetera, pobreza y marginalidad, más la represa y llega la presión de los grupos guerrilleros”.
Rivera dice que había sospecha de insurgencia en la zona porque dos meses después fue la toma guerrillera en el corregimiento de Pueblo Nuevo (Pensilvania), con dos policías y un civil asesinado.
En el libro han intentado narrar historias en orden cronológico y con lógica: “Armamos con datos que coincidan. Lo más difícil fue escribir si el comandante sabía o no de la toma, saber si fue sorpresa o no. Uno finalmente no sabe qué pasó”.
El profesor Rivera y su hermano quieren garantizar la memoria de lo que fueron porque el silencio les pesa: “Las generaciones futuras tienen que saber qué pasó. No es que sea historiador de las tomas.
También reconocer la presencia de la academia que ha sido muy importante para la zona. Es darle valor a la riqueza que hay en la región porque la guerra estaba ahí, no hubo transición”.
Foto | Reproducción del libro Florencia: una historia para contar | LA PATRIA
Del cuartel de la Policía robaron 14 fusiles. En este espacio también funcionaban la Corregiduría y la oficina del acueducto.
Atrincherados
Volviendo a los recuerdos de Elkin, cuenta que Santiago Calderón y Mauricio Zuluaga eran los centinelas, vigilantes en las trincheras, cuando la primera arremetida duró unos 40 minutos. Gómez, otro policía, ingresó a apoyar a sus compañeros. Cuatro policías encerrados en el cuartel resistiendo una toma de unos 200 hombres:
“Nos tenían rodeados. Nos tuvimos que enroscar en colchones, que ayudaban a entorchar la munición. Tuvimos que tomar nuestros propios orines porque la pólvora le seca a uno la saliva. Nos empezaron a tumbar la estación de atrás hacia delante”.
Las detonaciones siguieron hasta las 2:00 p.m. En un silencio, los policías aprovecharon para arrojar una granada de mano en la parte de atrás. De nuevo los llamados de la guerrrilla para que salieran de los escondites y luego sonaban vallenatos guerrilleros de Julián Conrado.
Acercándose las 4:00 a.m. se sentían merecedores de la medalla del valor. Un estruendo desplomó el cuartel, una carga de dinamita lo destruyó y arrastró la parte de una casa vecina. Calderón salió expulsado y fue el primero en ser capturado por los guerrilleros, detrás de él tomaron a Elkin, Gómez y Zuluaga:
“Alegaban entre ellos (guerrilleros) porque solo éramos cuatro policías porque habían gastado mucha munición. Nos empezaron a echar cátedra, fueron respetuosos, nos dieron pan y gaseosa. Nos quitaron los uniformes y placas y salieron en una chiva y en un camión hacia Puente Linda (Antioquia)”.
Este episodio Elkin lo recuerda como un milagro, aunque nunca recibieron la medalla de honor: “Solo les importaron los fusiles, ni siquiera investigaron cómo fue la toma. Nunca tuvimos un contacto con un psicólogo. Incluso ya ni me acuerdo”.
Dice que siempre esperó contar su historia, no para victimarse como dice él, solo para contarla: “Nos hubiera mucho haber contado. Por Dios, después de lo que vivimos ni un reconocimiento ni la historia contada de que participamos de una toma”.
Segunda toma
Florencia fue atacada de nuevo el 19 de mayo 1999, fueron destruidas la iglesia, la casa cural y la oficina del Banco Agrario, y hubo afectaciones en el cuartel de la Policía. También 25 edificaciones averiadas. Isabel Londoño, de 65 años, murió aplastada por el techo de la iglesia.
Huellas en las paredes de lo que fue la toma guerrillera a Florencia en 1996.
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