Una historia de... Rafael Trujillo Londoño
Rafael Trujillo Londoño estudia grado décimo en el colegio Granadino, tiene 16 años y es un apasionado del cine. Hoy, sin embargo, desea compartir con los lectores de LA PATRIA su gusto por escribir. Es así como trae el cuento El apartamento de Kate, una historia de terror y misterio contada a través de posesiones y excorcismos.
"Cuento la historia de cuatro personajes que por razones independientes terminan en un mismo apartamento. Aunque me gusta el terror, no creo que escriba más de este género en el futuro", dijo.
A continuación publicaremos una parte del primer capítulo. La continuación de este y el contenido de los tres apartados siguientes podrá encontrarlos en en link www.lapatria.com
1 capítulo
Sentado en un bar en el centro de la ciudad de Dublín, con ocho vasos de whisky dentro de su intestino, Charles pensaba en cómo sería posible dejar su alcoholismo que había cogido fuerza cinco años atrás. Casi nunca había tenido remordimiento acerca de ello, solo en dos ocasiones; cuando su vicio había comenzado, y cuando su esposa lo dejó por ello. En esas dos ocasiones había ido donde su hermana menor, Kate, a que le subiera el ánimo y le diera ciertos consejos que solo ella sabía dar. Sentado en su silla se preguntaba si ese momento podía convertirse en la tercera ocasión en la que pediría ayuda. Tomó su celular y llamó al apartamento de Kate, el cual quedaba a unas pocas cuadras de aquel bar. Kate se iba de viaje la mañana siguiente. Eso era lo único que sabía, y si iba a visitarla, tenía que ser lo más rápido posible. Después de que sonó dieciséis veces aquel pito irritante de las llamadas, Charles decidió que iba a ir caminando. Solo le faltaba una cosa.
Pidió otro whisky, esta vez doble y con hielo. Se lo bebió en dos tragos grandes y se paró, perdió el equilibrio y se cayó. Un bar tender lo ayudó a parar, y viendo que su fiel consumidor no tenía esperanza de llegar a casa caminando, salió a la calle y le chifló a un taxi. Montó a Charles en el taxi, y le dio una bendición; era muy religioso, y no quería ser responsable si algo malo le fuera a pasar. En el camino, con poca conciencia, sacó su celular por segunda vez y le dejó un mensaje de texto a su novia, Michelle. Su relación con ella había durado dos meses, era la primera relación que tenía desde que su esposa lo había dejado por el alcoholismo. El mensaje decía “Voy aq elñ aPartmento d Kateq”. Sus dedos se sentían pesados al escribir el mensaje, pero creyó que lo había escrito bien, y con entusiasmo, se lo mandó. La carrera del taxi valía tres libras, pero el conductor, ni bobo, ni perezoso, le cobró diez al borracho. Este le dio el único billete que tenía, que era de veinte libras, y el taxista no le dio devuelta.
El edificio en el que vivía Kate, era de corta altura, ancho y daba una vista hacia el occidente de la ciudad. Tenía seis pisos, y cada uno era básicamente un solo apartamento. Se veía viejo a comparación de otros, los cuales eran grandes y modernos. Eran muy populares, y aunque el edificio solo contara con seis, la gente que se iba del edificio para vivir en otra parte era rápidamente reemplazada por otras personas que los compraban.
Kate vivía en el quinto piso. Cuando Charles se bajó del taxi, intentó no perder el equilibrio y lo consiguió por solo seis segundos, pues se cayó en el prado que, junto con cuatro arbustos, dos a cada lado, adornaban el edificio.
No tuvo fuerzas para pararse, se quedó mirando hacia arriba con los ojos rojos abiertos. Una hora después, tuvo ánimo para pararse. Se le había quitado la borrachera lo suficiente para dejarlo pensar, y caminar. Cuando llegó a la puerta del apartamento, la cual daba en dirección norte, la abrió con cautela. No quería despertar a Kate. Ninguna de las puertas de la estructura contaba con seguro. Era poco común en Dublín.
Lo primero que se veía al entrar en el apartamento era la entrada a la cocina, la cual no era de gran tamaño. A mano izquierda se veía la sala, que era abierta, moderna y decorada con sillones de cuero color gris, una mesa baja, ancha y de color blanco, y al fondo en la esquina izquierda, la chimenea. Se entraba a la sala y al fondo a la derecha había una entrada al comedor, el cual daba a la terraza a mano izquierda, y a la cocina a mano derecha. Desde la entrada del apartamento, al lado derecho había un corredor decorado con cruces de colección de todas las nacionalidades. Había seis cruces en total, tres a cada lado del corredor. Este daba al cuarto de huéspedes, al cual se entraba directamente sin tener que voltear, y a mano derecha el cuarto principal, en el cual dormía Kate.
Cuando Charles entró en el apartamento, lo primero que pensó fue “¿Qué es ese olor?”. Ya había recuperado los cinco sentidos que se habían perdido con los nueve vasos de whisky dentro de él. Cuando cruzó el corredor, se dio cuenta de que todas las cruces estaban en el piso quebradas. Algo no estaba bien. Entró al cuarto de Kate y la cama estaba destendida, como si se hubiera acabado de levantar. Había una mancha blanca en la sábana. Se acercó a ella y la olfateó; era orina.
-¿Kate? ¿Kate? ¿Dónde estás?
Entró al baño, el cual estaba a mano izquierda del cuarto, pero allí no estaba Kate. Con otros cuatro llamados a su hermana, buscó por todo el apartamento, pero no encontró a Kate. Finalmente llegó a la sala, agotado, y puso las manos en sus rodillas tratando de recuperar la respiración normal. No es saludable exigirse físicamente después de consumir alcohol, Charles vomitó justo allí en ese momento. Cuando se detuvo, oyó un ruido que venía desde la cocina.
-¿Kate? ¿Eres tú?
No consiguió respuesta.
-¿Kate? Soy yo, Charles. ¿Qué pasa, te encuentras bien?
Aún no consiguió respuesta y con las piernas temblando caminó lentamente hacia la cocina. Entró allí y vio algunas copas quebradas, y un morro de platos sin lavar. Caminó lentamente hacia el lavaplatos y se untó el dedo con un poco de salsa que estaba untada a uno de los platos sucios. La olfateó, y olía ya a podrido. Un olor repugnante, como si Kate hubiera pasado semanas sin lavar esos platos. Lo que Charles sintió en ese mismo instante fue un ruido que no supo identificar. Luego, alguien lo había tomado de los pies y halado tan fuerte que cayó al piso. Con fuertes alaridos de pánico, Charles trataba de detener a aquella persona que lo estaba halando en dirección al comedor. Estaba bocabajo y su garganta le dolía mientras gritaba, se pegó un golpe en la frente contra la pata de la mesa. Charles perdió la conciencia.
Despertó y rápidamente se dio cuenta de que estaba colgado de una soga hacia abajo, en el comedor. Sus pies estaban a tres centímetros del techo sujetados por la soga fuertemente, y su cabeza estaba a un metro y medio del piso. “¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí, dos horas? ¿Tres?” pensó. Miró su reloj y lo que vio en su brazo izquierdo fue algo que lo aterrorizó. Tenía cortadas profundas y juagadas de sangre. Cuando se miró el otro brazo encontró lo mismo, y se dio cuenta de que tenía cortadas profundas por todo su cuerpo, estaba ensangrentado por todo el cuerpo y se iba a desangrar si no hacia algo, y rápido. Le dolía cada milímetro de su piel. Miró el piso, y encontró un cuchillo grande sobre un charco de su propia sangre que había estado chorreando las últimas tres horas de estar colgando hacia abajo.
Su instinto fue coger el cuchillo, pero no le alcanzaban los brazos. Podría coger el cuchillo y cortar la soga. Intentó otra vez cogerlo y esta vez hizo una mueca de dolor mientras sus brazos y dedos se esforzaban lo máximo posible para alcanzarlo. Descansó, pero no se dio por vencido. El tercer intento fue el más doloroso. Se estiró lo que más pudo, sus dedos alcanzaban a tocar el cuchillo pero no a cogerlo, y con un nuevo alarido y una mueca de dolor lo alcanzó. Lo agarró fuertemente con sus dedos mientras soltaba carcajadas de alivio y alegría, pero cuando fue a levantar la mitad de su cuerpo para poder alcanzar la soga y cortarla, ya era demasiado tarde.
Charles perdió la conciencia, y esta vez, del todo.
2 capítulo
A Michelle la despertó su celular con un ruidoso y largo zumbido que dio contra su mesa de noche. Se levantó de un salto y lo agarró, cuando vio el mensaje, se tapó los ojos con la mano con vergüenza de lo que había acabado de leer. El mensaje era de su novio Charles, y dictaba: “Voy aq elñ aPartmento de Kateq”. Este debía estar borracho como lo habitual, pensó, y se debió dirigir a donde su hermana menor Kate, quien cuidaba de él cuando la borrachera era mayor de lo normal. Dios mío ahora tengo que ir por él antes de que amanezca, pensó.
Esto se debía a que Kate tenía un viaje la mañana siguiente a París por cuestiones de negocios, le había informado la semana pasada, ya que las dos habían crecido juntas, y hasta compartieron los últimos tres grados del colegio cuando a Kate la expulsaron del colegio en el que estudió toda su infancia. Michelle se levantó de la cama, se puso la sudadera con la que iba al gimnasio todos los miércoles en la noche, unos tenis que nunca usaba, una blusa color gris, y se fue en su Jetta a toda velocidad. Parqueó el carro fuera del edificio en un lugar en donde no se podía parquear y salió del carro acelerada. Cuando iba subiendo por las escaleras le tomo un minuto en descubrir el tremendo olor fétido que salía de alguno de los pisos de arriba, y esperaba que no fuera el apartamento de su cuñada. Pues si lo era.
-¿Pero qué pasa?- se preguntó en voz baja mientras empujaba la puerta del apartamento. No la habían cerrado bien la última vez que la habían usado. ¿De dónde podía venir ese olor putrefacto? ¿De la cocina? ¿La sala? Michelle tragó saliva y entró por la puerta que entraba a la cocina a unos cuatro metros de la puerta principal. Un morro de platos sucios, una copa quebrada, y por último, una larga mancha de sangre sobre el piso fue lo que Michelle vio cuando entró a aquel espantoso lugar. La mancha de sangre era de larga longitud, como si alguien hubiera arrastrado a un cadáver hacia el comedor. Michelle se atrevió a entrar a él.
Cuando alzó la mirada y vio al cadáver de su novio colgando hacia abajo con un cuchillo en la mano, Michelle se llevó las dos manos a la cabeza y se cayó de rodillas con un ruidoso alarido de terror. Bajó lentamente su cabeza hasta que su frente tocó el piso de madera frio, y echó a llorar como lo había hecho cuando su padre había fallecido cinco años antes.
-¡Qué te has hecho Charles! ¡Qué te has hecho!
Cuando esta se levantó del piso diez minutos después tuvo la valentía de contemplar al cadáver. No había notado que el cuerpo de su novio tenía cortadas profundas por todo el cuerpo, y el charco inmenso de sangre en el piso. No se trataba de un suicidio, sino de un asesinato. Sabía que alguien lo había matado, y que ese alguien muy probablemente estaría en el apartamento en ese mismo momento. ¿Kate?, ¿sería Kate? Es imposible, pensó mientras cogía el cuchillo que su novio tenía en la mano derecha. Salió del comedor por la puerta que daba a la sala y vio un gran vomito allí en la mitad. Ese, si era de su novio, por lo que olía a alcohol. Cruzó la sala y se dirigió a los cuartos. Fue cuando oyó el ruido de delicados pasos cuando se quedó paralizada. Tomó aire y dijo:
-Sé que estas ahí maldito infeliz, ahora sal y mírame si eres tan valiente.-
Cruzó el corredor lleno de cruces rotas en el piso y se detuvo, temblando. Alguien estaba detrás de ella. Podía oír su pesada respiración a centímetros de su espalda. Michelle cogió aire y con un rápido movimiento y un alarido se volteó con el cuchillo para matar al asesino, pero no había nadie allí, y se cayó al piso cortándose las palmas de las manos con las cruces quebradas. Miró a todos lados, y nadie estaba en el corredor. Cuando se levantó, lo único que sintió fue que algo duro le había golpeado la cabeza y perdió el reconocimiento. Eran las cuatro y cuarenta de la mañana.
El agua helada la despertó. Michelle no reconoció donde estaba hasta que recordó la aterrorizadora imagen de su novio muerto. Le dolía la cabeza y le ardían los talones y las muñecas. Se dio cuenta de que estaba acostada en la tina del baño principal, amarrada al fondo de esta con sogas y cinta aislante. La boca la tenía tapada con más cinta y no era capaz de levantar la cabeza porque estaba amarrada contra la tina. El asesino había abierto la llave de la tina para que Michelle se ahogara en ella. Era un truco muy común en la época de Édgar Allan Poe, y Jack el Destripador, amarrar a la víctima al fondo de una tina y prender la llave para que esta se ahogara lentamente. Michelle gritaba a todo pulmón, pero no conseguía hacer sonido por lo que el asesino le había tapado la boca con cinta, y le había embutido un pañuelo en la boca antes de hacerlo. Esa no era la solución. Tenía que soltar las sogas para que con las manos pudiera despegar las cintas y así salvar su propia vida, pero si lo iba a hacer, lo tendría que hacer rápido porque el agua le tapaba su oídos. Michelle no lo logró.
3 capítulo
Eugene, la señora del aseo que trabajaba en el apartamento de Kate, dormía en su casa a media hora de Dublín. Era una casa formal con un jardín enorme y con tres cuartos en los cuales dormían sus nietos. Ya de sesenta y ocho años, Eugene la levantó la alarma de las cinco y se empezó a dar un baño de agua fría. Cuando salió y se vistió, sonó el teléfono fijo, y contestó a toda prisa para que no despertaran sus nietos, ni su esposo. Era Ashley Tidwell, la señora del aseo de una casa que quedaba en frente del edificio en el cual vivía Kate.
-Eugene creo que algo pasa en el apartamento de tu patrona- le dijo. –Toda la noche he oído gritos horribles que vienen desde allí. Presiento que algo malo pasa allí ¿sabes algo al respecto?
-No Ashley, que raro… ¿Cuántos gritos oíste, y a qué horas?
-He oído dos gritos, y el último fue hace media hora. El primero fue el que me despertó. Fue una voz masculina. El segundo grito femenino.
-¿Cómo puede ser hace media hora? En este momento la señora Kate debería estar en el aeropuerto, su vuelo sale a París dentro de una hora y media. ¿Estás segura de que salían del penúltimo piso?
-Estoy segura.
Eugene colgó el teléfono y salió a toda prisa en su moto. Se demoró veinte minutos, y cuando llegó al edificio, el olor era horrible. Algún animal había muerto en la calle… ¿o alguien había muerto en el edificio? Se dio una bendición y subió las escaleras. El olor venía del apartamento de Kate, y Eugene tenía un mal presentimiento. Temblando, entró. Oyó un sonido que venía de alguna llave abierta, y lo primero que pensó fue en ir al cuarto de su patrona a cerrarla. Su respiración se aceleró cuando vio el corredor llena de cruces quebradas, y agua. El agua del baño.
-¡Señorita Kate! ¿Está usted en casa?
Ni un sonido. Entró al cuarto de Kate y estaba la cama destendida. El piso estaba inundado con agua del baño y Eugene entró a cerrarla. La cortina de la tina estaba cerrada y cuando la abrió no pudo creer lo que vio. Se llevó las manos a la frente y salió del cuarto despavorida gritando con todas sus fuerzas. Se resbaló y cayó fuerte en el piso con un grito de dolor y espanto. Se dislocó el hombro y derramó una lágrima mientras hacía fuerza con su garganta, la cual estaba ocupada esforzándose para gritar más fuerte.
Un ruido. Pasos. Eugene se paró a toda prisa con su mano derecha apretando fuertemente su hombro izquierdo, y se dirigió corriendo a la sala. Cuando bajó un pequeño escalón a la entrada de la sala, se volteó. Alguien la estaba acechando, y no tenía buenas intenciones. Dio seis pasos hacia atrás y se detuvo cuando pisó el vomito que había allí. Cuando vio en qué se había parado le dieron ganas de vomitar. Dio cinco arcadas pero nada salió de su boca. Tenía que esconderse, y rápido. Cuando Eugene volteó su cabeza en dirección al comedor, y vio a un asqueroso cadáver colgante, y un charco grandísimo de sangre en el piso, fue cuando por fin de su boca salió lo que había comido en los últimos dos días. Apretando su hombro más fuerte todavía, caminó hacia el cadáver y le dio una vuelta para ver su identidad. Era Charles, el hermano de Kate, el asqueroso alcohólico. Eugene sintió que alguien caminaba en dirección a la sala, y entró a la cocina a toda prisa. El olor era asqueroso, pero a Eugene no le importó. Entró al patio de ropas, lo cual daba a la pequeña habitación en la cual ella dormía, y se escondió debajo de la cama. Hizo lo posible para no hacer ningún sonido, pero su llanto la delataba. Sintió que alguien entró al cuarto. Fue en aquel momento cuando cerró los ojos fuertemente y ocultó su cara en sus brazos, gritando.
-¡No me haga nada se lo suplico! ¡Se lo suplico!- No se le entendió nada por el llanto.
El asesino levantó la cama, separando sus cuatro patas del piso. Era una cama muy pesada, de ochenta kilos. Eugene no se dio cuenta de esto y cuando abrió un ojo en mitad de su llanto, vio que ya no tenía cama cubriéndola. Fue en ese momento que el asesino volteó la cama y la dejó caer de lado encima de Eugene. Le quebró el cráneo y la columna, y Eugene perdió el conocimiento para siempre.
Ashley Tidwell creyó oír los gritos de su mejor amiga en el quinto piso del edificio que quedaba en frente de la casa en que ella trabajaba, y llamó a la policía de Dublín.
4 capítulo
A las seis de la mañana llegó una llamada al departamento de policía de la ciudad de Dublín. John Portnoy contestó el teléfono inmediatamente. Oyó la voz irreconocible de una mujer con pánico y después de una conversación corta con ella, le gritó al sheriff, Kirk, desde su escritorio.
-¡Kirk, oye Kirk!
-¿Qué quieres Portnoy? Deja de gritar y ven.
John obedeció, era su cuarto mes allí, y estaba haciendo un buen trabajo.
-Alguien llamó y dijo que se oían gritos desde el apartamento de tu hija.
-¿Mi hija? ¿Kate?
-Sí. No es una broma, estaba llorando. ¿Mando algún policía?
-No… si se trata de mi hija, yo me encargaré de ir.
Kirk, el papá de Kate, se encargó de su misión, algo preocupante. Su hija ya debería estar en París a estas horas de la mañana. El sol ya había salido de todo y hacia frío cuando Kirk volteó en su carro patrulla hacia la cuadra del edificio.
-¿Qué es ese olor? – se preguntó a sí mismo. Había decidido ir solo, quería arreglar su relación con Kate en privado.
Con cada piso que el sheriff subía, el olor a podrido aumentaba. La puerta estaba abierta, y el sheriff entró. Lo primero que vio fue agua en el piso, un charco que venía desde el corredor, desde los cuartos. Había algo malo sobre este lugar. El olor a podrido venía desde el comedor, y el sheriff se dirigió hacia allí, con su pistola levantada. El sheriff al ver el cadáver de su hijo colgado y bañado con sangre, no se sorprendió. Sabía que el alcoholismo había acabado con la vida del infeliz. Se preguntó si se trataba de un suicidio.
-¿Qué tipo de idiota se suicida de esta manera?
El sheriff lo pensó dos veces y concluyó que no había sido un suicidio. Alguien lo había torturado. Eso si lo sorprendió y se llevó las manos a los ojos lentamente. ¡Qué horror, su propio hijo! Al oír un sonido proveniente de la cocina, Kirk levantó su arma.
Una Beretta, igual a la pistola que usó James Bond por diez años antes de que su jefe, M, le dijera que era una pistola diseñada para damiselas, fue la que Kirk cargaba siempre en su chaqueta cuando hacia su trabajo. Entró a la cocina y se tapó la nariz con su mano izquierda al notar el olor del morro de platos sucios. La cruzó y entró por la puerta que daba al patio de ropas y al cuarto de la muchacha del servicio.
-Sé que estas ahí, imbécil. Ahora sal antes de que estrene mi pistola. – Aquella era la frase que siempre usaba en aquellos momentos, claro que su pistola la usaba desde hace años.
Entró rápidamente al pequeño cuarto de la sirvienta y no vio a nadie. La cama estaba al revés con las patas arriba, y Kirk la levantó. Nunca había visto algo tan espantoso en su vida. Era un cuerpo (al parecer) y estaba totalmente destruido. Por los lados le salían los intestinos. Alguien le había torturado y asesinado tirándole la cama encima. Kirk vomitó justo allí, no se pudo contener. Salió de allí y se dirigió hacia los cuartos. Las cruces estaban hechas trisas en el piso, y tenían un poco de sangre encima, como si alguien se hubiera cortado allí. Se trataba de un asesinato intenso, y se preguntaba cómo habían matado a su hija. No se le ocurrió llamar a Kate, porque sabía que no iba a responder.
-¡Sal de ahí maldito hijo de puta! ¡Te voy a matar!
Entró al cuarto de Kate y vio la cama hecha un desorden. No vio a nadie. Entró al baño y corrió la cortina de la tina. No le sorprendió ver otro cadáver, por lo menos este no tenía sangre.
-Dios mío, qué masacre.
Cerró la cortina y se prometió algo. Si encontraba al asesino, lo mataría sin pensarlo. ¿Pero dónde estaba Kate?
Salió del baño, y en el fondo del cuarto principal se hallaba su hija, Kate. No había estado allí cuando entró. Los ojos de Kate estaban blancos y su cara estaba llena de sangre, al igual que sus manos. De su boca salía saliva. Su pelo negro largo estaba mojado y le cubría casi toda la cara. Tenía puesta una pijama blanca, también cubierta por sangre. Estaba flaca, y pálida.
-¿Kate? ¿Eres tú? ¿Tú hiciste todo esto? ¿Este desastre?
De Kate salió una voz gruesa que habló en hebreo.
El sheriff se quedó paralizado con los ojos abiertos, haciendo la misma expresión que haría un niño de cinco años después de ver una película de terror. Kate estuvo inmóvil un minuto, al igual que el sheriff.
-Tu… no eres mi hija, ¿Qué has hecho con ella?- preguntó el sheriff temblando en un mismo tono agudo. Un segundo después, el sheriff estaba en el piso bocabajo, no se había dado cuenta de cómo había terminado allí abajo, y perdía la conciencia.
***
Una semana antes de estos sucesos, la policía de Dublín había encontrado el cadáver de un sacerdote cerca de aquel edificio.
Si tú también quieres compartir tus escritos...
Solo tienes que enviarlo al correo: prensaescuela@lapatria.com acompañado de tus datos personales (nombre, edad, colegio, grado y motivo por el qué escribio el cuento, poema, etc.) y una foto personal. ¡Anímate! Y comparte a ese gran artista que hay en ti.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015