Cada año la ciudad es de todos, a pesar de las grandes diferencias sociales y capacidades económicas. Nuestra ciudad abre las puertas generosas de su corazón “ de oro”, para dar una serenata de alegría a todos sus habitantes y a los visitantes atraídos por el imán de su magia inmanente. En el interludio de finalización del año y el inicio del siguiente, aparece un oasis de alegría en los ánimos exacerbados por las frustraciones que deja el año viejo y las expectativas inciertas del que empieza.
Con la melodía de los cascos de los caballos en la partitura del pavimento, se da inicio a la semana más jacarandosa del año nuevo. Los desfiles con las candidatas al reinado internacional del café, son las manifestaciones de mayor euforia colectiva las cuales son testigos de cómo se borran, aunque sea por unas horas, las diferencias de clases, como una expresión de admiración a los seres más artísticos de la tierra como lo son las mujeres que pasean su feminidad y belleza por nuestras encantadas calles manizaleñas como algo que les pertenece a ellas y solo a ellas, por la generosidad del pincel maestro de la naturaleza.
Es admirable que resulte tanta y tanta gente en los diferentes espectáculos, unos costosos, otros económicos y otros completamente gratis. Es cierto que la feria se disfruta de acuerdo con las capacidades económicas de los asistentes y que se habla de ella de acuerdo como le haya ido, pero también es cierto, que hay espectáculos variados para todos los gustos.
La arriería, es algo que pone en contacto el pasado con el presente y nos recuerda que pertenecemos a una raza, orgullosa de nuestra idiosincrasia y nuestras tradiciones. Las exposiciones, son la manifestación del ingenio artístico de nuestros artesanos que saben combinar su creatividad con la habilidad diestra de sus manos; la tauromaquia, es otra invitada que a pesar de ser un espectáculo para un núcleo muy cerrado, también es una pasión y un delirio para quienes lo entienden; la trova, es la expresión poética de repentistas que con su ingenio pintoresco entretienen a quienes disfrutamos con la creatividad de una expresión enmarcada en la literatura costumbrista, el licor es fiel compañero que anima y enciende los ánimos como algo propio de nuestras costumbres… y, todo lo demás que hace parte de la fiesta, porque la feria es para disfrutarla. Lo cautivante, es percibir el fervor colectivo de sentir la feria como algo que nos toca a todos, como algo con lo que tenemos un compromiso, una cita anual a la cual no podemos faltar, porque ya hace parte de nuestras costumbres como sentimiento de pertenencia.
Sorprende la seguridad, que si bien no es absoluta, si es un indicador de la civilidad y concordia de sus habitantes como anfitriones y de los visitantes que en masa llegan a la ciudad. Quienes tenemos la oportunidad de desplazarnos por esta marejada humana y poder disfrutar a pie las diferentes manifestaciones culturales que conforman esta mixtura y abigarrado paisaje de innumerables actividades, no tenemos que lamentarnos de atracos a pesar del ambiente que parece propicio para sufrir algún percance en un ambiente tan complejo y difícil de controlar como son los comportamientos de los humanos.
Impacta, el ingenio y la creatividad de los rebuscadores tratando de sacarle provecho a la feria ofreciendo productos, comestibles y juegos que a simple vista, son desventajosos para los apostadores, pero al parecer de eso se trata. El disfrute es total, cuando como simples observadores vamos y venimos apreciando desprevenidamente y sin gastar mucho, la variedad y riqueza de entretenimientos que simplemente son de observación. Los juegos mecánicos son muy pintoresca por sus movimientos y acrobacias inusuales que permiten vivir las emociones que produce la adrenalina ; la movilidad tan apretujada pareciera no causar fatiga, Chipre como centro turístico obligado con sus encantos tradicionales; la plaza Bolívar, la plazoleta Rafael Arango Villegas con sus espectáculos musicales abiertos al público, el tango vía, son un conjunto armónico de la feria, los juegos pirotécnicos iluminan el cielo manizaleño llenando de colorido la retina de los espectadores. Lo cierto es que la feria es popular por la gran afluencia de pueblo que se divierte a su manera .
Lo admirable, es que la feria prende las luces de la alegría en los rostros de quienes vivimos en esta ciudad y de los visitantes apreciándose sin mayor esfuerzo, que vivimos y sentimos la feria como algo nuestro, así sea como caminantes y miembros de la familia miranda
La feria es un relax, un refresco en el camino, un descanso en el oasis del desierto como preámbulo para enfrentar en el decurso del nuevo año las oportunidades de realizar los sueños como futura realización. .Que viva la feria, porque la vida es una rumba, como lo pregonan los hedonistas, que siga la rumba, porque como lo corean los taurófilos : y…, “ ¡ oleeeeeee ¡”
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