La semana pasada se cumplieron 70 años de cuando las tropas rusas liberaron el campo de concentración de Auschwitz en Polonia; lo que allí ocurrió no tiene nombre, más de un millón de personas asesinadas, en su mayoría judíos, cámaras de gas, trabajos forzados, todo una empresa de la muerte, una barbarie incomprensible; la mayoría de niños que llegaban allí eran inmediatamente asesinados porque no eran aptos para trabajar, los otros lo hacían construyendo los crematorios donde ellos o sus familias morirían.
Los niños de Auschwitz que sobrevivieron tienen hoy en día más de 80 años, ellos nos han dado testimonio de su dolor, nos han contado su drama, esa situación donde la dignidad humana es salvajemente atropellada por otros humanos; con certeza muchos jamás pudieron dejar de ser prisioneros, fueron liberados del campo de exterminio, pero la prisión de su dolor, de ser víctimas de esa salvaje carnicería les impidió reconciliarse con la vida y con el mundo, las cicatrices jamás sanaron.
Paradojicamente tambien tenemos testimonio de otros, que con esfuerzo se alejaron del resentimiento, que huyeron del deseo de venganza, que convirtieron sus heridas en perlas. Testimonios como el de Alfred Delp, Dietrich Bonhoeffer, Victor Frankl, Hannah Arendt nos demuestran que las dinámicas de odio, resentimiento, victimización se pueden romper, que existe un lugar dentro nuestro ser interior que nadie puede violar, que los verdugos pueden atropellar hasta los límites que van más allá de la humillación, pero, que ese espacio interior donde habita la esencia de nosotros mismos es tan sagrado que puede permanecer incólume, inalterado, libre.
Personas como estas nos enseñan que existe la posibilidad de ser dañados, pero, que también hay chance para pasar la página del sufrimiento; el mal que nos hacen los otros, la circunstancia es real, tangible, sin embargo, existe la posibilidad de trascender, de no rumiar los dolores, de seguir. Impresiona como la mayoría de corrientes religiosas coinciden en la esa búsqueda del yo interior donde reina la paz, la imperturbabilidad, la santa indiferencia, la libertad de espíritu, Dios; que no es como muchos creen una cierta impasibilidad que aleja al hombre de sus compromisos con el mundo, simplemente es la convicción de que no se tiene el control de todo.
Cuando no se rompe la espiral que nos causa el mal que lo otros nos infligen corremos el riesgo de identificarnos tanto con las heridas que terminamos teniendo miedo de alejarnos de ellas. Uno de los niños sobreviviente de Auschwitz, Tadeusz Rasinski confirma lo escrito, él afirmó la semana pasada ante los medios: “ no siento odio, nunca he odiado, todos somos responsables de nuestros comportamientos, simplemente amo a la humanidad”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015