Andrés Rodelo
En la escena poscréditos de Deadpool, el desenfadado personaje (una especie de error de fabricación del universo Marvel) surge de una puerta con una bata de baño, rompe la cuarta pared por última vez (es decir, mira a la cámara para hablar a los espectadores) y menciona muy extrañado: “Váyanse. La película terminó”, en una clara alusión a la escena poscréditos del clásico del cine pop ochentero Ferris Bueller's Day Off (1986), de John Hughes, en la que Ferris (Matthew Broderick) también le pedía a la audiencia que desalojara la sala de cine.
Uno podría pensar que se trata de una de las tantas referencias que la cinta hace a la cultura popular de las últimas tres décadas (en este caso indirecta, pues no se menciona o revela la fuente original), que el motivo de la cita es, simple y llanamente, una carta de amor al cine crispetero para adolescentes rebeldes de los ochenta, pero nada más alejado de la realidad. Mi teoría es que la cita no fue puesta allí de forma indiscriminada y caprichosa, sino calculadamente, a sabiendas de que tras ella se esconde el secreto para entender la esencia y el éxito de la película.
Para explicarme debo (como Deadpool) hacer una cita, pero del crítico australiano de cine Adrian Martin, quien en el libro Mutaciones del Cine Contemporáneo dedica estas palabras a la obra de Hughes y a otra de su clase: “Ferris Bueller's Day Off y Romy and Michele's High School Reunion (1997) son películas que consisten totalmente en citas populares, clichés y estereotipos, pero que están dotadas de la voluntad y el ingenio necesarios para dar vida a estos símbolos, combinarlos y reanimarlos y revolverlos a un ritmo vertiginoso”[1].
Sí, señores. Los clichés administrados con inteligencia y buen humor. Más que la referencia de Deadpool a Ferris… es este aspecto lo que verdaderamente las une: ambas son películas positivamente clichesudas. Aquí está la clave para entender los resortes que accionan la obra protagonizada por Ryan Reynolds.
Repasemos: el protagonista recibe un llamado a la aventura (el tipo con aspecto de pederasta que le promete curarlo del cáncer), pero se hace el rogado tan solo para acceder minutos después. Típico. La criatura (Deadpool) se rebela contra su creador (Ajax), en un conflicto común del cine de científicos locos. Una experiencia traumática que transforma al personaje en superhéroe y en paria (¿Wolverine?) y, finalmente, un renacer de las cenizas calcado al dedillo del que convirtió a V en el héroe de V de Venganza (2005).
Por si fuera poco, la película recurre al final a la sobreexplotada fórmula de la damisela en peligro. Ah, Martin también hablaba de estereotipos. ¿¿Acaso existe algo más estereotipado que un taxista indio?? Creo que mi punto queda bastante claro, pero lo más irónico de todo es que, a su vez, ¡se trata del arma más infalible de la obra! Genios. Deadpool sabe que los clichés no son buenos ni malos. Que sean una cosa o la otra dependerá del uso que les dé el director, parafraseando al emblemático crítico colombiano Luis Alberto Álvarez.
Y como dice Martin hay cintas que dan cuenta de un uso exquisito de los lugares comunes y Deadpool es una de ellas, igualmente justificables por su espíritu paródico (por momentos me sentí viendo una spoof movie) que no deja títere con cabeza. El filme no sería nada sin estos esquemas reconocibles: la historia se apropia de las fórmulas para darles la vuelta y desplazarlas hasta el terreno de la sátira. Los clichés le aportan y no le restan como en las películas de Michael Bay.
Hijo de la rebeldía
La incorrección política, lo afeminado, el comportamiento pueril, el irrespeto por cualquier certidumbre ética y moral socialmente acordada, la furia descarnada y la demencia cómica del personaje responden al contexto que lo vio nacer. Creado en 1990 por el ilustrador Rob Liefeld y el guionista Fabian Nicieza, quienes durante los ochenta hicieron parte de una nueva generación de rebeldes recién llegada a Marvel, descrita por Sean Howe en su libro Marvel Cómics: La Historia Jamás Contada como “una oleada de dibujantes que abrazó el lenguaje visual de los videos postnarrativos (…) Artistas con una ausencia de docilidad, que no se había visto desde los días en que Jim Starlin rechazara la oferta de John Romita para hacer Los Cuatro Fantásticos. Tal vez fuera la juventud”[2].
La irreverencia, el desprecio que esta generación sentía por la autoridad cuando intentaba invadir su terreno creativo, la contribución de ideas frescas, la negativa de que Marvel se quedara con los derechos de sus trabajos como había ocurrido con otros artistas en el pasado, fueron las fuerzas motoras que modelaron la mitología cínica y malcriada que está arrasando en su cine más cercano.
Esta crítica ya se acabó. ¿¿Siguen leyendo?? Por favor, váyanse.
Notas
1. Adrian Martin, ‘Mutaciones del Cine Contemporáneo. Cartas de (y para) algunos hijos de los años sesenta’, Mutaciones del Cine Contemporáneo, Errata Naturae, 2010, p.43.
2. Sean Howe, Marvel Cómics: La Historia Jamás Contada, Panini books, 2013, p. 329.
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