
Nunca ha querido salir de Norte de Santander; ha dedicado su vida entera a resolverles los problemas a los demás a partir de la desventura propia. Jamás decayó cuando, ni siquiera el sistema de salud pudo evitar que Teresita, su primogénita, agonizara y estuviera a punto de la muerte a causa de una meningitis.
A raíz de eso, la menor quedó con medio cuerpo paralizado, serias afecciones de hiperactividad, problemas de aprendizaje, eventos epilépticos y hasta con secuelas corporales, pero con trabajo y terapia pudo volver a caminar.
A los 79 años, Ana Helena Vega todavía tiene la actitud indeclinable de ayudar al prójimo. Ella, junto con otras madres de familia, creó en 1966 la Fundación La Esperanza con la intención de prestar servicios de educación a niños con algún tipo de discapacidad física o mental. Superando las vicisitudes de acceso de la época y valiéndose hasta de anuncios radiales, pudo construir el sueño de darle un sitio seguro y adecuado a niños con diferentes patologías.
“Tuve una hija discapacitada y no fue posible ponerla en un colegio; ese día pensé que había que hacer una entidad especial pero no conocía más mamás que tuvieran un problema como el mío. Luego pusimos en la radio un llamado y ahí sí se empezaron a ver más los casos de padres de familia que decían tener un niño en condiciones especiales”, señala.
El intento porque su hija entrara a la educación primaria fue casi en vano. Ningún colegio quería recibirla, por considerar que una menor con sus características no podía ser bien atendida por los maestros. Vega, aún con tristeza, recuerda cuando al fin un plantel la aceptó, la menor no entendía bien; caminaba todo el día para arriba y para abajo y estaba “enloqueciendo” a los profesores. Un día encontró abierta la puerta de la calle y se fue; desde entonces, le negaron la entrada a los demás colegios de Cúcuta.
“La profesora me dijo ese día: 'No se la tengo más, no más, es imposible tener en un colegio normal a una niña de esa clase'. Ese día entendí que había que hacer un colegio para Teresita”, reconoció.
Según cuenta, duró un año coordinando con los padres de familia que se reunieron, cómo crear la Fundación. Con el dinero que recaudaron lograron comprar una casa, que empezó con 12 niños atendidos.
“Poco a poco he ido creciendo, no sé cómo, creo yo que con la ayuda de Dios. Ahora tenemos 300 niños en varias modalidades: un internado, un sistema de escolaridad y una granja taller”, contó.
CUANDO TERESITA SE FUE...
La motivación siempre estuvo; su hija se fue, pero ni eso pudo detener el avance de La Esperanza. Ahora sus 300 hijos reciben ayuda especializada para tratar sus problemáticas y tienen acompañamiento de expertos, quienes además de brindarles respeto y amor, les ofrecen alimentación y transporte.
Su recorrido ayudando a los demás lo pudo plasmar con la construcción de cursos de escolaridad que le permiten al alumno avanzar, según sus capacidades se lo permitan. Algunos, con problemas menores de concentración, son reenviados a una escuela regular. Y quienes tienen complicaciones más profundas pasan a la escuela taller; un espacio diseñado como una granja en donde aprenden a trabajar.
"Teresita falleció hace tres años, la quisimos mucho, la cuidamos pero se fue; vivió 54 años. Murió de tanto desgaste, se tomaba 18 pastillas al día, el estómago no le recibía comida y, bueno, un montón de cosas que se juntaron”.
EL FUTURO DE LA ESPERANZA
La obra estuvo casi terminada. Lo único que faltó, según dice, fue haber intentado expandirse por más ciudades del país. Por ahora Vega tiene claro el próximo objetivo de su entidad: dos buses para transporte de niños, ya que con los que cuenta actualmente tienen 20 años de servicio y quiere reponerlos.
Además espera con ansias la terminación de otra sede más de la Fundación, y así ampliar el abanico a cuatro en el departamento de Norte de Santander.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015