Carlos Mario Vallejo Trujillo | Q´hubo | LA PATRIA
Esa noche de octubre del 2003 ha sido la mejor que Roger Carreño recuerde en su carrera de apostador. “Entré con 700 pesitos a una olla, y como que venía nítido porque me gané como 130 cachos (fichas de bazuco) y como 200 mil pesos”, recuerda el manizaleño, al tiempo que tira un par de cuatros con sus dos dados de intendencia. Y vuelve a ganar.
Roger hace parte del 1.5% de la población que según cifras del Ministerio de Protección Social, consume bazuco diariamente. Tose de corrido a cada dos respiraciones y cubre sus carrillos hundidos con una barba irregular.
Pero el darse látigo no está entre sus quehaceres. El hombre lleva 30 años jugando, espolvoreando bazuco sobre sus
pipas, ganando partidas con el juego de los dados, perdiendo casi ninguna. “Se está bien así”, dice.
Ahora, cerca de las siete de la noche en una esquina de la Galería, una parte de la convención de adictos elevan sus humos, y arrojan la caja de fósforos (los del naipe impreso en una de sus caras), o un par de dados.
Modalidad para cada gusto
Los juegos con los que apuestan algunos pesos o el bazuco son sencillos y de fácil comprensión. El de la caja de fósforos consiste en que los jugadores la arrojan de modo que quien consiga dejarla parada, sea vertical u horizontalmente un determinado número de veces, ganará la partida.
La apuesta varía dependiendo del jugador, que siempre serán dos.
Roger, aunque no es gustoso de este juego (caja), da su referencia. “El que la pare dos o tres veces, gana. Así como hay gente que juega $5 mil a siete paradas, hay gente que juega $100 a dos paradas... y así, se apuesta lo que sea. Todo va de acuerdo a lo que apueste”, instruye.
En el caso del juego de los dos dados, la cuestión es más compleja. Desde antes de jugar se establecen los pares, que van a contar como punto. El jugador que acumule 7, 10 o los puntos que se definan, ganará. También existen los pares que no se deben sacar y que si alguien tira, automáticamente el punto va para el adversario.
“Por ejemplo estamos jugando a treces a cien. Si le echo treces (dos dados con tres puntos) gano $300, pero si le echo senas (dados con seis puntos) o cincos gano $200. Y podemos decir que el que saque doses (dados con dos puntos), pierde”, explica el hombre sin quitarse el cigarrillo President de la comisura de los labios.
“Se puede apostar lo que uno quiera. Si por ejemplo a uno se le llega a acabar el efectivo y tiene la ficha (papeleta de bazuco), pues obvio que juega parte de esta”, añade.
El contrincante de Roger Carreño no interviene en el diálogo. No responde preguntas. Se limita a perder, apostar de nuevo, y perder. Juega lo que tiene: monedas, medio gramo de vicio, medio cigarrillo. Roger, en cambio, ya ha ganado $900 en 2 minutos.
Sabiéndose triunfante, da algunas gabelas a su compañero. Por solo jugar, le deja apostar minucias como un polvillo de bazuco apenas visible, un tercio de cien pesos; le obsequia algunas caladas de su cigarro.
Los malos perdedores
Roger sabe que es un ganador, y se da el lujo de rechazar competidores a quienes sabe malos, en una especie de juego limpio.
Pero su habilidad no la adquirió de la noche a la mañana. Su condición de jugador es faceta distintiva.
"¡Claro!, practico a diario. Le dedico mucho tiempo. Pero el reporte mío no vale $200, el reporte mío vale cinco mil", alega con sonrisa ladina, al pedir plata información. Finalmente, y tras negociar, se transan los datos por $400.
Al hablarle sobre los tramposos, que según se ha establecido, hasta han cobrado vidas en alegatos por el marcador del juego, dice que la cuestión se resume en que existen y siempre existirán, los malos perdedores. Él simplemente se deshace de ellos.
“Uno ya tiene conocida a esa gente y no les juega para evitarse inconvenientes. Ya se sabe cómo es la vuelta. Ellos dicen:, 'hágale que yo pago'. Ellos sí pagan, ¡pero en Santa Sofía, ja, ja, ja!”, tose, indicando que el mal perdedor no está lejos de ser matón y sus rivales terminan en el hospital.
En el caso de Aura Restrepo, gustosa también de chupar pegante amarillo o 'sacol', eso de jugar no es para ella. Los conflictos que ha visto la asustan y prefiere conseguirse su vicio a la manera “tradicional”. O sea, pidiendo plata a la gente, o como ella dice "evolucionando, conspirando".
"Por esos juegos cada rato se agarra uno a pelear. Tú te pones a jugar que a las cajitas y colocas la plata ahí, entonces mientras usted está tirando la caja, el otro le coge las monedas. Eso da para mucho visaje”, comenta desde el andén de la calle 20, en la esquina de la bomba de Terpel del Parque Liborio.
Desde la academia
Para el experto en cultura y droga y director del programa de sociología de la Universidad de Caldas, Jorge Ronderos Valderrama, los ángulos de lo lúdico son tan amplios como la cultura misma.
El juego, indica, tiene muchas caras. “Desde el juego digamos positivo, creativo, de goce. Pero en el ser humano también hay goces que se van por el lado negativo, es decir, por el disfrute de hacer, en el juego, el daño al otro”, explica.
Para Roger, más que ganar, el placer está en jugar. Aunque, caso de excepción, su gusto por el bazuco y el por el juego son inseparables. “Acá la mayoría somos más consumidores que jugadores. A mí me gusta más el juego que el 'susto' (consumir bazuco), pero si alguien me juega o me vende 'susto', pues obvio que lo compro. Es mi pasión, y si tengo 500 pesos y he de comprar un pipazo, mejor juego. Porque así como puedo perder los quinientos, me puedo ganar 3 mil, 5 mil... o sea, más juego y más polvo”, comenta apelando a la lógica.
El profesor Ronderos parece coincidir con Roger, al indicar que el asunto de los “busca problemas” se debe analizar caso por caso. “Los seres humanos somos una especie muy compleja. Así como podemos hacer cosas muy bellas y solidarias, igualmente podemos hacer cosas muy feas e insolidarias. Es, incluso, como con la vida y la muerte, como en la famosa ruleta rusa. Jugar y jugar sacándole una bala a un revólver…y ahí como dicen, ahí esta el goce entre el colectivo que está participando en esa cosa dramática”.
Explica que la tendencia a jugar o consumir otra sustancia esta supeditado a la naturaleza individual. “El ser humano en sus actividades busca algunas compensaciones. Hay investigadores quienes dicen que nosotros tenemos un lugar que se llama el centro pleno del placer en el sistema nervioso. Y desde la neurociencia, se habla de la liberación de dopamina, que es un transmisor”, documenta.
Pero hay a quienes el juego no los despeina. Enrique Mota, por su parte, se aburre sobremanera con ambos juegos. Él prefiere conseguir su polvo reciclando y ya está. Prefiere no jugar. Lo considera una "perdedera de tiempo, una pendejada".
“A mí no me gusta eso güevón. Es perder el tiempo. Además, pela uno al otro y así no le regale una moneda, se le va detrás a decirle que le regale una. No aguanta”, escupe, haciendo gesto de 'nada qué ver'. Roger, al contrario, sigue ganando.
Homo Ludens
El profesional en educación física, recreación y deportes de la Universidad de Caladas, Luis Fernando Ángel Zuluaga, se refiere al libro del historiador y teórico de la cultura holandés Johan Huizinga, titulado Homo Ludens. En el libro, cuyo título se puede traducir como Hombre que juega, el escritor utiliza el término de la teoría de juegos en que discute su importancia social y cultural.
“En en su texto, Huizinga plantea el juego de la cultura. Indica que en el juego se crea un orden que es armonioso y estético. Hay la sensación de libertad, ya que uno se abstrae de la realidad. (…) el juego va generando reglas que se vuelven costumbres y tradiciones, y van dándole forma a cada cultura”, explica Ángel.
“Carecemos de estudios serios sobre el tema del juego en estas comunidades debido a la satanización que sufren estas sociedades y la mirada diabólica que le imprimen las sociedades de Latinoamérica, que pŕacticamente los desconocen”.
Jorge Ronderos, sociólogo.
El susto
El bazuco es una droga de bajo costo elaborada con residuos de cocaína y procesada con ácido sulfúrico y queroseno. En ocasiones suele utilizarse cloroformo, éter o carbonato de potasio, entre otras cosas. Debido a su composición química, es muy tóxico y al ser muy breve su efecto (entre 10 y 15 segundos). En consumidores compulsivos puede haber alucinaciones. Se suele fumar pipas o mezclado con marihuana o tabaco.
Efectos secundarios: toser sangre, daño de piel, debilitamiento de los músculos, anorexia, insomnio, náuseas, migraña, hipertensión, taquicardia, úlceras en la boca y convulsiones.
Cifra
1.000
pesos cuesta una 'ficha' de bazuco.
“No me gusta jugar. Mejor me gasto la plata que arriesgar a perder todo”.
Carlos Augusto Torres
“Me gusta jugar a la caja. Es más normalita, sin tanto complique. El dado da mal ambiente, es miedoso”.
José Gildardo Piedrahíta
“Me gusta el dado. Fue lo único que aprendí. He llegado a ganar 40 mil en un día”.
Francisco Javier Gómez
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