PALABRA DE DIOS
Padre Camilo Arbeláez
LA PATRIA | MANIZALES
“Yo los bautizo con agua, Él los bautizará con el Espíritu Santo”. Son estas, palabras de Juan el Bautista, al comparar su bautismo con el de Jesús. En la liturgia de este domingo recordamos el bautismo de Cristo en las aguas del Jordán, cuando se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado en quien tengo mis complacencias”.
Queremos valernos de la oportunidad que nos da la fiesta que celebramos, para hacer algunas reflexiones sobre el sacramento del Bautismo, considerado como la puerta de entrada en la Iglesia para formar parte de la familia de los hijos de Dios. Un sacramento del que dice San Agustín: “Los niños son presentados para recibir la gracia espiritual, no tanto por quienes los llevan en sus brazos, cuanto por la sociedad universal de los santos y de los fieles. Es la Iglesia entera la que actúa en sus santos, porque toda ella los engendra a todos y a cada uno”.
La tradición cristiana de nuestro pueblo entiende la importancia del Sacramento del Bautismo, aunque no capta del todo su verdadero significado, no solo en cuanto a borrar la mancha del pecado original, sino por hacernos hijos de Dios y templos del Espíritu Santo.
La verdad es que encontramos en los fieles motivaciones diversas para pedir el Bautismo de sus hijos. Recodemos algunas:
Todavía hay quienes piden el Bautismo porque toca hacerlo, de conformidad con la muy antigua costumbre religiosa; como nos respondió alguno a quien preguntamos por qué quería el Bautismo para su hijo. El respondió sin vacilar: “Porque los niños se hacen bautizar”.
O se quiere el Bautismo como algo significativo religiosamente, pero también como la ocasión propicia para el encuentro con familiares y amigos, con regocijo compartido y, algunas veces, con padrinos promisorios.
Por fortuna también hay quienes piden el Bautismo para sus hijos con espíritu de fe, para mostrarles luego el mejor camino con las enseñanzas y el testimonio de vida personal. Por eso se da el cursillo prebautismal para que los fieles entiendan, de una parte la gracia que reciben y, además, el compromiso que adquieren de vivir conforme al estilo y las enseñanzas de Jesús.
De Jesús nos cuentan los Hechos de los Apóstoles que “pasó por el mundo haciendo el bien” (10, 38). Algo bien distinto de nosotros que tantas veces hacemos el mal y no hacemos el bien a nuestro alcance. Desconocemos así la única forma de darle sentido humano y espiritual a la vida.
Recibir el Bautismo es matricularse como cristiano para realizar “la verdad en el amor”, que proclamaba San Pablo en la carta a los Efesios (Ef. 4,15). El Bautismo es ciertamente para los niños, pero no es “cosa de niños”, ni para cristianos solamente “pasados por agua”. Es algo maravilloso para tomar muy en serio, tanto los pastores como el Pueblo de Dios.
Lucas 3,15-16-21-22
“Tú eres mi Hijo amado en quien tengo mis complacencias”
Palabra del Señor
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